Libros de ayer y hoy
Todo se tiene que reinventar porque nada está exento de morir. Es cierto que para todo existen etapas. Hubo una época en la que Blockbuster representaba el espacio predilecto de los cinéfilos, pero con la era de la digitalización llegó Netflix para destronarlo del escaparate. Sin embargo, algunas veces no nos cuestionamos por qué hay cosas que se mantienen a pesar de parecer obsoletas. Esto responde más a intereses económicos que a la necesidad de que existan o a que su legitimidad siga siendo invaluable para la crítica y los espectadores.
Eso sucede con las premiaciones como los SAG, los Grammy, los Globos de Oro e incluso los Óscar. Hay quienes quieren deslegitimar, no a la institución, sino a voces como la mía, que no somos expertas pero sí consumidoras. Alegan que nuestra ignorancia nos impide entender lo que significan estas “obras de arte”. Lo cierto es que puedo entender que, para hacer una crítica, se requiere bastante estudio. Pero entonces ¿dónde queda la voz del espectador?
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