¡¡¡Plop!!!/Salvador Echeagaray
¿Ya compró su cachito?
Surrealismo involuntario
Cuando Luís Buñuel tuvo que emitir una opinión sobre el cine de Juan Orol, acuñó una frase que podría bien definir un estado permanente del inconsciente colectivo mexicano: surrealismo involuntario. André Bretón se quejaba con Frida Kahlo que, de haber nacido en México, hubiera sido escritor costumbrista y, Salvador Dalí detestaba que en México se pudiera ser más surrealista que su intrincada obra.
A pesar de su genio indiscutible, a estos artistas les habría sido complicado comprender el tema de la rifa del avión, en la que no se rifa un avión; de la rifa en que se sortea dinero que, de no cubrirse en su totalidad por la venta de los tan llevados y traídos cachitos de la lotería, tendrá que ser fondeada por el gobierno que entonces pagará por los cachitos para, con probabilidad sacarse el premio en efectivo y de todas maneras invertir esos excedentes en equipo médico. ¿Alguien puede desentrañar está lógica inverosímil?
El asunto va más allá. El tema de avión es una necedad propagandística, que, durante la campaña presidencial cumplió su cometido y aportó votos a López Obrador. Fue parte de su discurso de deslinde, en comparación con el derroche de sus antecesores y, sin serlo, convirtió al avión en un símbolo de la corrupción descomunal del sexenio de Peña Nieto. Hasta allí cumplió una función.
Pero la terca realidad se empeñó en obstinarse más que el mandatario mexicano. El avión voló hasta el hangar de Boeing, en el que costaba mantenerlo 4000 dólares por día. El gobierno mexicano recibió una oferta que le pareció mínima, y la desechó. Quizá sería más certera que un sorteo, pero el presidente, en una de esas mañaneras en que salió inspirado, se empeñó en convertirse en el hazmerreír internacional y, propuso la puntada de rifar el avión. La expectativa fue calculada con la marca de la casa del régimen, en 130 millones de pesos, que alcanzarían para cubrir dos años de mantenimiento del aparato, mientras se vendía. Pero la pandemia y crisis se impusieron y la venta fue poco copiosa. Hoy la expectativa es aplicar el dinero de la rifa en comprar equipamiento para hospitales por valor de 2 mil 500 millones de pesos, una cifra que luce cuesta arriba.
Para obtener este monto, el gobierno tendría que comprar los «cachitos» de su propio sorteo, y con ello fondear el premio en dinero que habrá de entregar, posiblemente a sí mismo. Ya el presidente anunció que destinará 500 millones de pesos para comprar un millón de billetes. La pregunta obligada es: ¿para qué rifar dinero para equipamiento médico, si, podría haberse aplicado este recurso en comprar directamente el equipo médico faltante? ¿Algún discípulo de Buñuel de Dalí podría explicarlo?
La respuesta podría estar en el muy subjetivo ego del primer mandatario. López Obrador vende el evento como si se tratara de la cruzada cardenista para pagar la expropiación petrolera. La fallida venta de casi la mitad de los «cachitos» para mediados de agosto, desató una intensa campaña en medios, esos tan denostados, y en las benditas redes sociales, para motivar al pueblo al evento del absurdo. Por supuesto que miles de fans, y otros tantos que aspiran a puestos de elección popular por Morena y quieren quedar bien con su líder moral, comprarán su cachito. El líder Morenista en la Cámara de diputados, Mario Delgado, inicia este día su operativo para vender billetes de lotería en San Lázaro.
En términos reales, esos que se miden en dólares, el gobierno hará un pésimo negocio con el avión: Para enero de 2019, cuando se empezó a gestionar su venta, expertos en la materia pronosticaban una pérdida de US$76,26 millones en el valor de la aeronave. El sorteo serviría para «mantener el avión dos años», pero su depreciación continuará aumentando conforme pase el tiempo. El presidente no piensa en términos financieros sino propagandísticos. Esta extravagancia surrealista ha servido de cortina de humo. Distractor privilegiado para evadir temas como la crisis o el manejo de la pandemia. Hoy la rifa mantiene en vilo a un amplio sector del país que ha demostrado que, mediante campañas bien instrumentadas, es posible venderles a las masas cualquier producto, por alejado de la realidad que se encuentre…
Ante esta situación, las opciones hoy:
a) La propaganda oficial y la aprobación con que cuenta el presidente convierten el evento en un éxito, el pueblo se vuelca, compra su billete y aporta la cantidad esperada. La rifa es un éxito sin precedentes.
b) La propaganda oficial nos hace creer que el evento fue un éxito. El presidente presenta otros datos y hace creer al país que la rifa fue un éxito sin precedentes.
c) A pesar de la propaganda oficial la rifa tiene un impacto escaso en la venta de boletos. El Gobierno sostiene su propio evento y el pueblo, agobiado por la crisis se desentiende de él. La rifa es un fracaso sin precedentes.
Usted, como siempre, tiene la mejor opción…