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¡¡¡Plop!!!
¿Verdad que, a usted, estimado lector, no le gusta que le revelen sus secretos? A nadie yo, creo. Pero ¿qué hacemos cuando nos platican uno? Pongamos el ejemplo, un amigo o un conocido nos dice: – Te voy a decir algo, pero guárdamelo en secreto-. Inmediatamente, sentimos la necesidad de decirlo. Pero, no, no debemos hacerlo. Si hicimos la promesa de mantenerlo oculto, así debemos conservarlo.
Pero, primero que nada, ¿qué es un secreto? Este término viene del latín “secretus” y éste de “secernere” (poner aparte). Secreto, en su definición real, se puede decir que, es aquello que por su especial naturaleza o por una promesa debe mantenerse oculto.
Hay así, un sinfín de secretos: los personales, los de pareja, los familiares, los sociales, etc., etc. También, hay un tipo de secreto, que es llamado Secreto Profesional. Este es aquel, que, por razones del oficio, debemos guardar. Si, por ejemplo, trabajamos en una empresa que produce algún tipo de alimento o bebida y, tiene una fórmula de su producto y, no quiere que la competencia la conozca, debemos guardar el secreto. Por esa razón se llama la “fórmula secreta”.
Es famosa, fuera de leyenda o no, que la composición de la Coca Cola, solo la conocen dos personas. Incluso, por motivos de seguridad, no viajan juntos. No vaya a ser que, por un accidente, mueran los dos al mismo tiempo y se pierda la fórmula.
Dentro del Secreto Profesional están los secretos de Estado. Hay cosas que por el bien de la nación no pueden ventilarse, pues, harían un daño mayor. Alguna investigación en específico sobre un criminal, si se revela pudiera resultar en la libertad de éste y, que, siguiera dañando. O hay secretos de Estado que son mejor no revelarlos hasta el momento preciso. Por ejemplo, si hay una guerrilla que se quiera desmantelar, si se revela el plan, pues a lo mejor no se logra el propósito de pacificación.
Incluso hay revelación de secretos en los que se expone la vida de alguien o de alguna familia. Es el caso de la declaración del nombre del militar al cargo del operativo en Culiacán implementado para detener a Ovidio Guzmán.
Pero ¿siempre tenemos que guardar un secreto? O ¿cuándo cesa la obligación de callarnos algo que prometimos guardar?
1. Cuando se presume un bien de la persona o institución de quien haya formulado el secreto. Por ejemplo, alguien le revela a otro que se va a suicidar. Aquí el secreto puede ser no respetado para evitar la muerte de la persona.
2. Cuando ya se ha hecho público. Quizá seamos muy fieles a guardar el secreto. Pero, cuando por otro lado ya se supo, y todo mundo habla de él, cesa la obligación, pues, ya no es un secreto.
Así que, valoremos cuando nos hagan la confesión de un secreto y no lo divulguemos. También, si vemos u oímos algo, que pueda afectar a otros si lo decimos, lo mejor es mantenerlo en secreto. No es fácil, pero, pongámonos en los zapatos de quien nos reveló el secreto.
Esposa: -Y ahora de qué escribiste? –
– Esposo: -De la importancia de guardar los secretos-.
– Esposa: -¡¡¡Ah, pobre de ti si tienes “tus secretos”!!!-.