Libros de ayer y hoy
El pasado 2 de junio, los ciudadanos de Jalisco, junto con el resto del país, acudieron a las urnas para decidir quiénes serán sus representantes en los próximos años. Este proceso electoral destacó por una tendencia que cada vez se hace más evidente: el declive del voto corporativo o en cascada, pues en Jalisco, la gente votó más por los candidatos que por los partidos políticos, marcando una clara preferencia por los perfiles individuales sobre las ideologías partidistas.
A nivel federal, la mayoría de los jaliscienses optó por Claudia Sheinbaum como la mejor opción para gobernar el país. Sin embargo, en el ámbito local, eligieron a Pablo Lemus como gobernador de Jalisco, Verónica Delgadillo como alcaldesa de Guadalajara y Juan José Frangie para Zapopan. Esta pluralidad y el voto cruzado reflejan una madurez democrática y una capacidad de discernimiento que va más allá de la lealtad partidista.
No obstante, no todos los participantes en esta contienda han mostrado la misma madurez política. Claudia Delgadillo, candidata de Morena al gobierno de Jalisco, Chema Martínez, candidato a la alcaldía de Guadalajara, y Pedro Kumamoto, aspirante a la alcaldía de Zapopan por segunda vez, han optado por la confrontación en lugar de aceptar su derrota. Este comportamiento no solo es contraproducente, sino que también polariza y confronta aún más a una ciudadanía que ya está cansada de la violencia y la división.
La ciudadanía de Jalisco y sus líderes empresariales e industriales han hecho un llamado a la paz y la unidad. Las instituciones electorales, aunque perfectibles, están conformadas por ciudadanos que, pueden cometer errores, pero que trabajan para garantizar la certeza jurídica y la legitimidad de los resultados electorales. Es fundamental que los partidos políticos y sus candidatos respeten este proceso y abonen a la estabilidad y la paz social.
La pregunta que surge ante las acusaciones de fraude y complicidad del Instituto Electoral de Jalisco es inevitable: si realmente creen que el instituto está amañado, ¿por qué no se han quejado de las diputaciones locales y alcaldías que sí ganaron? La incoherencia de estas posturas solo mina la confianza en las instituciones y alimenta la desconfianza entre la población.
En conclusión, es momento de que Jalisco avance más allá de los intereses personales y las disputas partidistas. La democracia implica aceptar tanto las victorias como las derrotas con la misma dignidad. Solo así podremos construir un futuro más justo y equitativo para todos.