GUADALAJARA, Jal., 10 de junio de 2021.- Se dice que un circo entre más pobre, elemental y astroso, es más poético y expresivo. Y eso queda en claro en las calles de la Zona Metropolitana de Guadalajara donde existe una gran cantidad de artistas callejeros que con destreza, habilidad y valentía desafían las leyes de la física sin importar exponerse a una caída de más de dos metros o quemarse con el fuego que, como dragones parecen emitir de la garganta, incluso pueden ser atropellados al estar realizando sus acrobacias o malabarismos por un imprudente tras el volante.

La rutina es la misma todos los días de la semana, despertarse temprano, preparar el desayuno y salir al crucero seleccionado e iniciar con sus actividades acrobáticas, de destreza o malabarismo para juntar unas cuantas monedas, convirtiendo así el asfalto de la Zona Metropolitana de Guadalajara en el gran circo de la ciudad.

Los primeros pesos son para el almuerzo o la comida, sobre todo si los circenses callejeros son acompañados por sus hijos, niños pintados de la cara con colores llamativos, gran sonrisa roja en su mayoría, rosto blanco y los ojos resaltados con algunos colores, nada de perfección en el maquillaje, solo asemejando ser un payasito.

Los rayos del sol calan cuando el reloj se acerca al mediodía, sin embargo, eso no parece importar a la pequeña bailarina de hula-hula, quien junto a su papá convierten las calles de Tlajomulco de Zúñiga en una pista de grandes dimensiones donde realiza giros sorprendentes que jalan la atención de todos los automovilistas que por ahí pasan. Con apenas 12 años de edad, la joven bailarina termina su rutina con el rojo del semáforo, no sin antes pasar auto por auto para recabar algunas monedas que remplacen los aplausos de los espectadores automovilistas.

El calor en los últimos días en la ciudad ha sido infernal, sudor, fatiga y cansancio para quienes recorren las calles en la ciudad, pero no para Joab Misael, quien montado en su monociclo de 2.5 metros de altura lanza un par de clavas, aros, un balón de fútbol y un sombrero haciéndolos ir de una mano a otra después de ser lanzados al aire sin perder el equilibrio.

Los automovilistas que transitan por el cruce de Ávila Camacho y Federalismo quedan maravillados al ver como Joab desafía la gravedad haciendo malabares en su monociclo y yendo al extremo colocándose un pequeño palo en la boca al que le coloca un balón de futbol y lo hace girar sin caer. Para finalizar y antes de pasar ventana por ventana, con uno de sus pies lanza el bombín al aire y lo recibe en la cabeza de manera excepcional.

Quien pone los nervios de punta es el trotamundos y sus machetes, un hombre originario de Veracruz quien lanza a lo alto 3 largos y filosos machetes, haciéndolos girar intercambiándolos de una mano a otra. Lo automovilistas ven maravillados las acrobacias con miedo de que le pudiera pasar algún accidente por el filo de los punzocortantes, sin embargo, la practica hace que su acto circense sea seguro.

Quien se roba el show es Lalo, el dragón humano, un hombre quien refleja en su rostro las marcas del quemante fuego, él sólo espera el rojo del semáforo para colocar al frente de los automovilistas no sin antes darle un sorbo al galón de gasolina, con una antorcha en mano, hecha con alambre y estopa, muestra a los conductores y acompañantes lo peligroso de su acto.

Como un verdadero dragón, lalo coloca la estopa encendida frente a su rostro y expulsa fuerte mente parte de la gasolina que había sorbido al ponerse el rojo para lanzar una fuerte llamarada en todo lo alto ante la oscuridad de la ciudad, el acto se repite hasta 3 veces para finalizar introduciendo la estopa encendida en su boca y sacarla apagada.

Asó como ellos son ciento de personas que han decidido ser parte del gran circo de la ciudad para sobrevivir y que los suyos no mueran de hambre, pue sus acrobacias, actos o malabarismos son su trabajo de cada día.