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GUADALAJARA, Jal., 2 de septiembre de 2025.- Como un héroe fue despedido Alan Jair Álvarez Andrade, porque no solo en vida se encargó de proteger a la ciudadanía, sino en su lecho de muerte brindo esperanza donar sus órganos, uno de los actos de generosidad más grande.
Con aplausos, el policía de Comisaría de Seguridad Ciudadana de Guadalajara fue despedido por sus compañeros por ese legado que deja.
Alan dejó este mundo a los 32 años, debido a un derrame cerebral; sus compañeros le decían de cariño Barracita, en honor a su padre Ramón Álvarez Barraza, quien también ejerce la profesión policial en la comisaría tapatía.
Álvarez Andrade, padre de un niño de 5 años, decidió ser policía al igual que sus amigos: todos, hijos de policías.
Él fue parte de la Generación 112 de la Academia de Formación y Profesionalización Policial de la Comisaría de Seguridad Ciudadana de Guadalajara, y su primera encomienda fue preservar la tranquilidad en la Comunidad Oblatos, para posteriormente participar en diferentes agrupamientos.
Su último encargo, lo desempeñó como monitorista de las zonas Pulso de Vida, en el C5 Guadalajara, donde su solidaridad, alegría y entusiasmo dejó una huella indeleble en sus compañeras y compañeros.
“Era un ser humano intachable, muy correcto, la gente lo quiere muchísimo, sus compañeros del C5 lo acompañaron en el pasillo de honor, en el Centro Médico”, dijo su papá, Ramón Álvarez Barraza.
Lo que motivó a Alan a convertirse en donante de órganos fue que podría hacer un acto supremo de compartir y dar esperanza de vida a alguien que la necesitara para seguir adelante, y ante la pérdida de un familiar, decidió que haría todo lo que estuviera en sus manos para ayudar a personas que vivieran con alguna enfermedad crónica.
“Una vez me lo expresó porque sí veía a mucha gente que le hacía falta, o sufría del corazón, se puso muy triste cuando supo que su tía tenía cáncer”, recordó su padre.
“Me siento muy orgulloso, porque su voluntad generosa podrá salvar hasta seis vidas”.