GUADALAJARA, Jal., 11 de diciembre de 2015.- A fin de año cerramos ciclos y hacemos balance de nuestros fracasos, éxitos o pérdidas, lo cual provoca sentimientos de alegría o tristeza, pero no es un trastorno afectivo estacional, explicó Verónica Alcalá, coordinadora del Programa Institucional de Tutorías de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM.
La académica explicó a través de un comunicado que México no se caracteriza porque su población experimente trastorno afectivo estacional (TAE o depresión invernal), ocasionado por la disminución de luz solar que, al entrar por el ojo, activa una serie de circuitos comprometidos con ciclos biológicos.
Señaló que el término depresión debe ser bien utilizado, pues se emplea de modo indiscriminado y en ocasiones se usa para referirse a un estado de ánimo normal, a una enfermedad que requiere tratamiento psicológico y medicamentoso (según el caso) o a un síntoma de otra afección.
El TAE está descrito en el DSM-V (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales) de forma clara y precisa. La hipótesis más aceptada es que al disminuir la claridad de día, principalmente en países cercanos a los polos, aumenta el nivel de melatonina (hormona producida al anochecer) y se alteran los circuitos comprometidos con el control de las emociones (sistema límbico), en donde se observa una disminución de la actividad de la serotonina.
En los meses con días más cortos (menos de ocho horas) las personas se deprimen, pero en verano y primavera, cuando duran alrededor de 15 horas, no presentan esa conducta. Esta situación suele ser recurrente, detalló la especialista en psicobiología.
La explicación fisiológica es que al entrar en la retina, la luz va al hipotálamo (donde se aloja el núcleo supraquiasmático, un reloj endógeno) y desencadena la producción melatonínica nocturna.
Hay países donde en esas dos estaciones aportan poca luminosidad, pues amanece a las ocho de la mañana y anochece a las cuatro de la tarde. Así, aunque sea un periodo diurno, el cerebro genera melatonina y provoca sueño y ganas de descansar. Además, echa a andar una serie de circuitos que disminuyen los niveles de serotonina, sustancia asociada al procesamiento del afecto en la depresión.
No todas las personas son sensibles a esta condición de ausencia solar; de hecho, el TAE se puede manifestar entre el uno y el 10 por ciento de la población a nivel mundial, precisó.
Su presencia no es tan importante ni frecuente como la depresión, la enfermedad mental de mayor incidencia y a la que debe prestársele atención por sus repercusiones a nivel social, personal y laboral. El último término se usa sin rigor y puede confundirse con tristeza, pero eso es algo diferente, pues el trastorno depresivo perjudica las esferas personales, laborales, sociales y cognitivas a tal grado que los afectados dejan de ser funcionales, acotó.
Quienes lo padecen tienen síntomas severos de cansancio, sensación de abandono, no disfrutan, sienten que no valen nada, se aíslan, no quieren hacer sus labores diarias, pueden presentar alteraciones del sueño e incluso bajan o suben de peso, lo que los incapacita para llevar una vida adecuada en lo colectivo.
Esto no es lo mismo que una tristeza de final del año, asociada a cierres de ciclos. Normalmente, en esa época concluimos lapsos personales y hacemos balance de los fracasos, los éxitos y las pérdidas, eso nos hace sentir alegres o decaídos. Si alguien es proclive a la depresión, es factible que la condición se acentúe debido a una incapacidad de llevar estos procesos de forma sana, advirtió Alcalá Herrera.
Si los individuos tienen tendencia a no solucionar sus dificultades o a dar por finalizadas determinadas etapas se sentirán con ánimo bajo en diciembre, pero eso no es TAE, porque no se asocia a la luz solar, sino a aspectos personales. Es importante distinguir un trastorno estacional de una tristeza para brindar la atención adecuada, subrayó.
El tratamiento de este síndrome que mejores resultados ha reportado recurre a la fototerapia, consistente en poner lámparas y simular iluminación natural por periodos de 20 a 45 minutos.
“Si sólo tengo abatimiento debo contar con estrategias para afrontar las situaciones cotidianas. No es recomendable negar los obstáculos, evadirlos, enojarse, decaerse, no hacer nada o pensar que todo se solucionará por sí mismo”, añadió.
Hay alternativas más productivas como pedir ayuda, tener una actitud positiva, angustiarse menos, ocuparse más y trabajar en la autoestima; es decir, podemos aprender a manejar nuestros problemas, concluyó.