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GUADALAJARA, Jal; 19 de octubre de 2023.- Ana Maribel Espinoza Bautista es una mujer de 40 años, madre de dos hijos, a la que hace cinco años el cáncer de mama le cambió la vida.
Tenía 35 años cuando se descubrió dos bolitas en la mama derecha y una tonalidad amoratada-verdosa, por lo que, de inmediato acudió con una ginecóloga particular con la que se atendía desde hacía dos años, la cual, le informó que las protuberancias se debían a los cambios hormonales, los nervios y a la fibrosis que padecía y que no había nada de qué preocuparse.
Posteriormente, la doctora decidió someter a Maribel a una cirugía para retirar los quistes, ya que, con medicamento no se podían tratar. Al momento de la intervención la doctora se percata de la realidad: “ella abre y hace lo que tiene que hacer y al salir del quirófano nomás me dijo ‘retiré lo más que pude, no me gustó el tejido, pero no nos adelantemos’, y yo decía, pero de qué está hablando, no entiendo, pero confié en ella”, comenta.
Pasaron menos de 10 días cuando le mandan llamar para darle los resultados de la biopsia: “me siento y me dice que me tiene que dar una noticia, pues que es algo grande, que es algo serio, pero que todo detectable a tiempo es curable, me enseña un sobre, lo abre y yo leo que soy positivo a cáncer de mama y dije qué es esto, a qué se refiere”; Maribel sale molesta del consultorio considerando que la doctora no realizó los estudios pertinentes pre-operatorios en presencia de un oncólogo antes de decidir abrir y manipular el tejido. Debido a ello decide, con el apoyo de su entonces pareja, comenzar a tratarse en el Instituto Jalisciense de Cancerología.
YO NO ME QUIERO MORIR
Cuando por fin aclara su mente y asimila la noticia: “con mucho miedo y mucha tristeza, frustración e impotencia lo primero que pensé fue, yo no me quiero morir, yo no me puedo morir, yo le voy a dar con todo al cáncer”.
Una vez en el Instituto de Cancerología, tras revisar su historial y estudios preliminares, los médicos acuerdan retirarle la mama antes de que el cáncer se pueda pasar a la otra o a algún órgano vital, “cuando yo escucho eso dije, sí me voy a morir, ahora sí ya valí y esa misma semana me programan para entrar a quirófano, todo pasó muy rápido, hasta hoy me cae el veinte de mi proceso, en ese momento no me di la oportunidad de vivir mi duelo, de aceptar todo lo vivido, fueron demasiadas emociones”.
En la cirugía para extirpar la mama retiran también músculo del tórax, le quitan 17 ganglios, de los cuales en 15 tenían cáncer, porque ya había hecho metástasis; el equipo médico, incluyendo una psicóloga, le comunican que su enfermedad estaba en fase 3, por lo que, debía comenzar inmediatamente el tratamiento, el cual constaba de ocho quimioterapias, 17 vacunas y 25 radiaciones, en un tiempo aproximado de un año y medio a dos años dependiendo del avance de la enfermedad y de la demanda de pacientes.
TODO ERA COMPLICADO Y DOLOROSO
Cuando le otorgan el alta, ya en casa el proceso de recuperación no fue fácil; dormir, comer, asearse, todo era complicado y doloroso. Además, debía lidiar con un dren y una cicatriz de casi 48 centímetros, que iba desde el pecho hasta la espalda. Sus principales cuidadores eran sus hijos, Emiliano y Daniela, los cuales aún eran pequeños y asistían a la escuela.
Yo había decidido cortarme el cabello, lo traía abajo de la cintura y fui a que me lo cortaran chiquitito
Ana Maribel Espinoza Bautista
A pesar de que todo estaba pasando muy rápido, Maribel siempre fue muy disciplinada y hacía todo lo que los médicos le indicaban, estaba lista para recibir su primera quimio: “empecé, porque esa sí nunca se me va olvidar, el 7 de agosto de 2018, lo recuerdo porque ese día es el cumpleaños de mi hijo, esa fue la primera que recibí, y en esa no pasó nada del cabello, yo había decidido cortarme el cabello, lo traía abajo de la cintura y fui a que me lo cortaran chiquitito, porque yo ya sabía lo que venía”.
Esa primera vez no la pasó tan mal, lo malo vino después, cuando en la segunda quimio perdió el cabello, las uñas, sus venas se quemaron y tuvieron que recurrir a un catéter.
En ese entonces ya se comenzaba a ver el camino pesado. Estar de cinco a seis horas recibiendo quimios y vacunas que a la par de que te ayudaban también te afectaban, convirtieron a Maribel en una mujer más fuerte, religiosa y espiritual, además de convivir con otras mujeres que estaban pasando lo mismo que ella: “yo creo que es importante la fe, en cómo tú le hablas, en quien confías, me volví una mujer de fe, pedía con devoción y me la pasaba orando”.
SÍ ESTOY ENFERMA, PERO CONFÍO EN DIOS
Maribel platica el momento en el que tuvo conciencia de su enfermedad, fue en su cuarta quimio cuando recibió la visita de una madre y un sacerdote católicos: “fueron a darnos la comunión y cuando vi al padre que se nos quedaba viendo y a todas nos miraba con mucha tristeza, fue cuando dije sí tengo cáncer, me vi al espejo y dije no tengo cabello, no tengo cejas, estoy ojerosa, sí estoy enferma y tengo derecho a sentirme mal, porque no me lo permitía, no me permitía vivir mi enfermedad, sí estoy en tiempo fuera y no pasa nada, no se acaba el Mundo, sí estoy enferma, pero sé que voy a estar bien, confío en Dios”.
Sí dices ya me quiero morir, ya no quiero más, no sabes si la quimio te está haciendo bien o te está haciendo mal
Ana Maribel Espinoza Bautista
Uno de los momentos más difíciles y dolorosos que vivió como mujer fue cuando estuvo desnuda frente al espejo y miró que ya no era la de antes y nunca más lo sería; que la cirugía no solo había dejado una cicatriz o un recordatorio, sino que el cáncer se había llevado una parte de ella, física y emocional: “la quimio es una sensación de que te quema, son desgastantes, hay días en que realmente te quieres morir, sí dices ya me quiero morir, ya no quiero más, no sabes si la quimio te está haciendo bien o te está haciendo mal; fue muy difícil, me daban crisis en las que no paraba de llorar, gritaba y perdón si todavía lloro, pero es inevitable, no fue fácil, la ansiedad, la depresión, las ganas de morirte, esa vez que me vi en el baño y me metí a bañar, volteo y me miro al espejo y pum caí desplomada”, Maribel sufrió un desmayo al verse por primera vez después de la cirugía, lloró por dos meses todos los días hasta que se aceptó tal y como era, hasta aceptar que ella no tenía menos valor porque no tenía una de sus mamas.
EL CÁNCER, MI MAESTRO DE VIDA
La lucha que Maribel ha enfrentado la ayudó a crecer como persona a nivel espiritual y emocional, hoy vive sin cáncer, pero ha comenzado un nuevo ciclo de vacunas como manera de prevención. Sabe que su red de apoyo en el proceso de recuperación tiene una importancia del 50 por ciento y que tener a sus padres, a sus hijos y a su pareja, la volvieron más resistente a la enfermedad, está consciente que venimos de paso, que el cáncer ha sido su mayor lección de vida y que el cáncer no es muerte.
“Actualmente sí le tengo miedito al cáncer, le tengo respeto y miedo, le tengo mucho respeto a mi enfermedad, pero lo veo como una metamorfosis de cambio, veo al cáncer como mi maestro de vida”.