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Cómo criamos a los niños afecta el desarrollo de su cerebro. Ésa es una cuestión que muchos adultos, que son padres, y quienes no lo somos, poco nos detenemos a pensar. Sin embargo, hay muchos datos científicos que comprueban este hecho y pueden ayudar a convivir con los niños de una forma sana que contribuya a un mejor neurodesarrollo para ellos.
No es un secreto que el cerebro hace experiencia, pero tal vez para algunos lo es el hecho de que también la experiencia hace al cerebro, y por lo tanto el desarrollo de éste, en gran parte se rige por un proceso de retroalimentación con el entorno. Se abordará como los estilos de crianza propuestos por McCoby y Martin en 1983: Permisivo indulgente y negligente, autoritario y democrático influyen.
En consulta, me ha tocado observar a menudo niños que tienen problemas para lidiar con la frustración y adaptarse a situaciones nuevas o inesperadas, lo que habla de dificultades en la flexibilidad cognitiva (que es la capacidad de cambiar de pensamiento) y control de impulsos.
Es común observar que estas familias tienden al estilo permisivo indulgente de crianza, donde no hay ningún tipo de reforzamiento negativo para conductas indeseadas, de igual manera es usual que se trate de padres que tienden a sobre gratificar y satisfacer necesidades y deseos de manera inmediata. Ello se relaciona con un menor desarrollo de células nerviosas y sus conexiones en el lóbulo frontal, lo que conlleva un desarrollo limitado en lo que se conoce como funciones ejecutivas, es decir aquellas que se encargan de orquestar, regular y dirigir la conducta, así como de ajustarla al contexto y normas sociales.
Por ello es fácil pensar que, aquel adulto que vemos impaciente en la fila del banco, en el tráfico gritándole a otras personas o en un restaurante tratando mal a un mesero, muy probablemente fue un niño al que pocas veces sus padres le negaron algo o las cosas se le daban como las pedía. Esto podría comprobarse mediante evaluación neuropsicológica y estudios de neuroimagen.
En caso de la crianza bajo el estilo permisivo negligente, a las consecuencias anteriormente mencionadas habría que añadir las huellas del abandono que el niño experimenta por la falta de cuidados que se le brindan.
La falta de cuidados y cariños se relaciona con mayores niveles de cortisol e incremento del volumen de la amígdala, hecho que abre la puerta a dos posibilidades, la percepción constante de verse amenazado por el ambiente y actuar irritable, así como disminución en el rendimiento cognitivo, pues es preciso mencionar que el cortisol (estrés) en exceso hace que las neuronas mueran. En este entendido es común en la práctica clínica observar un desempeño académico poco exitoso acompañado de niveles muy bajos de motivación relacionados a la disminución de actividad en prefrontales.
La actividad profesional y la vida misma han demostrado que, como ya se mencionó, la carencia casi total de límites tiene efectos perjudiciales en los cerebros en desarrollo. Sin embargo, no hay que dejar del lado el hecho de que el exceso de reglas y exigencia pudiera funcionar de manera muy parecida y resultar también contraproducente.
El estilo autoritario básicamente consiste en un alto nivel de reglas y exigencia acompañado de poco o nulo cuidado emocional y compañía. Es algo así como los padres que trabajan en exceso, conviven poco y aunque si se preocupen por sus hijos no lo demuestran tan palpablemente, al tiempo que exigen resultados académicos o deberes en casa con alto grado de demanda.
Los chicos criados bajo este estilo experimentarán un alto nivel de ansiedad, pensamientos de preocupación, auto observación y auto exigencia. En términos del cerebro, esto equivale a alta actividad de regiones límbicas como el giro del cíngulo, responsable de los pensamientos obsesivos que en conjunto con el lóbulo frontal genera conductas que buscan reducir esa ansiedad, muchas veces sin éxito.
El exceso de preocupación por el cumplimiento hace que las áreas orbitales y laterales del lóbulo frontal estén hiperactivas, pues todo el tiempo se está pensando en lo que se debe hacer y cómo hacerlo de manera correcta para evitar el castigo. El aumento de estrés en términos químicos llevará a reducción de transmisores que inducen la relajación, por ejemplo, serotonina, oxitocina (hormona del apego), ácido GABA y melatonina, todos ellos implicados en estados de calma y en inducción al proceso de sueño.
Lo anterior irrumpiría en la calidad de sueño y como si tratase de un efecto dominó, también en el aprendizaje, la memoria, la atención y el rendimiento cognitivo en general.
El estilo democrático, conocido como el ideal para la crianza, es aquel que dota a los niños de confianza y soporte, acompañamiento y cuidados, pero también de llamadas firmes de atención y enseñanza de los límites sin llegar a ser violentos o agresivos.
Una crianza que brinda cuidados, amor y que cubre las necesidades físicas básicas además de nutrir con alimento, nutre y favorece el volumen neuronal y conectivo del cerebro mediante la producción de oxitocina (Vinculación y apego), GABA (relacionado a calidad de sueño y aprendizaje), dopamina (diversión y alegría), entre otros.
Si brindamos a los niños experiencias agradables como paseos, juegos y cantos se estimula la producción de dopamina que mejora su estado anímico, igual que sucede cuando le pedimos esperar para obtener una gratificación, por ejemplo, ¨No te puedo llevar al cine hoy, espera por favor al sábado¨, hacemos que la dopamina se regule y esto aumente la conectividad neuronal en áreas estratégicas para la conducta socialmente adaptada como la división dorsal del lóbulo frontal. Lo mismo sucede cuando se les permite tomar decisiones de acuerdo con la edad que tienen, hecho que a su vez fortalece el sustrato neural que sustenta la independencia y la madurez en la vida diaria.
No existe un fórmula mágica o perfecta para criar un hijo, teniendo estos datos, lo más acertado que su puede hacer es paternar con límites justos, con amor y con la intención de dotar de herramientas para la vida.