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PUERTO VALLARTA, Jal.- El 2020, sin lugar a dudas, ha sido un año catastrófico en todos los sentidos. Pandemia, crisis económica, pérdida de empleos, sin dejar a un lado los más de un millón 700 mil muertos y los más de 77 millones de contagios, y contando, en todo el mundo por el virus del SARS COV 2.
Puerto Vallarta no fue la excepción, un destino que vive casi en su totalidad del turismo tuvo que cerrar sus hoteles y playas de la noche a la mañana, paralizando la actividad en su totalidad.
Se habla de la pérdida de más de 80 mil empleos directos y un tanto más de indirectos, (aunque existe estimaciones que la cifra pudo ser aún mayor), lo que ocasión que las familias dejarán de percibir ingresos económicos y con el paso de los días, se quedaron sin qué comer.
El éxodo
Al no tener ingreso económico, cientos de familias tuvieron que regresar a sus lugares de origen. Edificios de departamentos en los nuevos fraccionamientos se quedaron solos, pues sus inquilinos, quienes los había rentado, al quedarse sin empleo, optaron por volver a sus hogares.
Otros más resistieron, tratando de sobrellevar la pandemia que, para el inicio de segundo trimestre del año, se estimaba “pasajera”, pero no lo fue. Con el paso de los días y semanas, el dinero comenzó a terminarse en las familias y con ello el alimento.
Mucha necesidad
Personas salían a las calles a pedir ayuda. Con el vecino, el amigo, el hermano, el conocido, a la iglesia, al gobierno. La hambruna había llegado a Puerto Vallarta.
De manera emergente, el Gobierno de Jalisco y municipal implementaron sendas campañas de dotación de víveres. Tan solo el gobierno y el DIF municipal entregaron más de 110 mil despensas entre la población, en tanto que el Estado un tanto más, pero estas no eran suficientes, no fueron suficientes. Lograron paliar la necesidad, más no erradicar el hambre.
Habilitan comedores
Con el paso de los días, comedores comunitarios fueron abriéndose por toda la mancha urbana. Primero fueron 2, 3, 6, 8, 10, luego decenas de ellos, que atendían a miles de familias que acudieron de inmediato por algo de alimento. El hambre era mucha y la necesidad también. Fue ahí que la perseverancia de unos, se convirtió en el sustento de miles.
“Antes de la pandemia atendíamos a un promedio de 60 a 80 personas al día”, recuerda Blanca Arce, directora y cocinera principal del comedor comunitario de la Asociación Civil Solo Con Voluntad, la cual durante más de 5 años ha atendido a personas de escasos recursos en la zona de Las Juntas, en Puerto Vallarta, Jalisco.
“De ahí (entre 60 y 80), pasamos a 100, luego a doscientos y tuvimos que abrir más comedores. La gente tenía mucha necesidad”, añadió la mujer al relatar que, al verse superados en capacidad en el comedor de Las Juntas, tuvieron que abrir un comedor más en la zona de Ixtapa, para atender así a las personas que acudían de la zona oriente de la ciudad y las localidades aledañas.
Posteriormente, en coordinación con la Fundación Divac (Discapacitados de Vallarta, A.C), abrieron un comedor más en sus instalaciones, atendiendo a las familias que acudían de la zona centro-norte de la ciudad. Una semana después, abrieron un comedor más en la zona de Cristo Rey, atendiendo las colonias populares, aquellas pegadas a la montaña.
Los alcances se multiplicaban, así como los pedidos de ayuda para esta fundación, que para mediados de segundo trimestre del año contaba ya con cinco comedores, uno de ello, incluso en el municipio de Bahía de Banderas, Nayarit, llegando a entregar más de dos mil raciones de comida diariamente.
Lo mejor de la gente
En lo más álgido de la pandemia, en Puerto Vallarta se habían abierto más de 60 comedores comunitarios que atendían a miles de personas diariamente, pero con el paso del tiempo y al agudizarse la pandemia, los recursos también comenzaron a escasear, más no así las ganas de ayudar.
“Había momentos que ya no teníamos insumos en nuestras alacenas, pero era entonces que la ayuda llegaba”, comenta la señora Blanca, quien recuerda cómo personas llegaban con despensas completas. “Algunos con una bolsa de sopa o arroz, un litro de aceite que les quedaba, hubo mucha ayuda”, añade la mujer al señalar que esta pandemia dejó ver lo peor y lo mejor de las personas. “Pero nosotros nos quedamos con lo mejor, la solidaridad y la voluntad de la gente, tanto locales como extranjeros que llegaron hasta nuestros comedores para ayudar”, añadió.
El reto
Lamentablemente la pandemia del coronavirus aún no termina y sin ser pesimista, no se vislumbra aún para cuándo, toda vez que, a pesar de que la aplicación de una vacuna está próxima, los efectos de esta pandemia amenazan con continuar, así como la presencia de una nueva oleada de contagios y el surgimiento de una nueva variante del virus.
“Pero sabemos que estamos preparados, ya supimos cómo organizarnos y seguimos ayudando a las personas”, asegura Blanca Arce quien se dice optimista ente un 2021.