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¡¡¡Plop!!!
¡Hola estimado lector! Una pregunta, ¿usted acostumbra a darse explicaciones sobre los porqués de las cosas? Sabe, o al menos, tiene nociones sobre ¿cuáles son las causas que provocan las lluvias, los terremotos, los tsunamis? También, supongo que conoce, de cierta manera, ¿por qué hay inflación en una economía, por ejemplo?
Si es que sabe explicar el porqué de estas cosas, podemos inferir, que en cierta manera, tiene la virtud de la ciencia. Este último término –ciencia- proviene del latín “scientia” y significa conocimiento o saber. Se dice que la ciencia es el hábito de las causas inmediatas, las que nos explican el porqué de algo.
Pero, la ciencia como un hábito o costumbre es una virtud, lo que practicamos constantemente y es bueno. Y es, a través de este acto arraigado, como nos respondemos a muchas cuestiones de nuestro diario deambular por esta vida.
Por ejemplo, ¿por qué crece una planta?- Bueno- (dirán muchos) -pues porque se le riega con agua-. Sí. Pero, ¿por qué al vaciar el vital líquido crece? Ahí es donde, muchos ya no responden y, el universo de personas, que se explican el crecimiento de la planta, se reduce.
El que sabe las explicaciones científicas de las cosas tiene el hábito de la ciencia. Así, podrá entender que al regar la planta con agua, ésta última, reblandece los nutrientes de la tierra. Así, la planta los absorbe y se nutre, creciendo y manteniéndose con vida.
¿Por qué llueve? Podernos preguntarnos. Muchos dirán: -porque hay nubes-. O, -porque es temporada de lluvias-. Sí, en parte, pero una explicación científica es debido a que el agua, de ríos y mares, al evaporarse por el calor del sol, sube en forma de vapor a la atmosfera produciendo las nubes. Éstas, al enfriarse, se vuelven líquidas y, por el peso de las mismas, caen en forma de agua. (Obvio, caben más detalladas explicaciones.}
¿Por qué hay día y noche? Muchos dirán, -¡ah, porque el sol sale y porque el sol se pone!- Sí, eso es lo que parece. Sin embargo, una explicación científica, es que gracias al movimiento de rotación de la tierra sobre su propio eje, al ir dando la vuelta, la parte donde la ilumina el sol es de día. La parte contraria, donde no le da la luz del gran astro, es de noche.
Y así, podemos ir explicando cosa tras cosa. Pues, todo lo que existe tiene una razón científica o racional. Pero, ¿para qué es necesario darnos esclarecimientos de las causas inmediatas de las cosas? ¿No sería más cómodo ignorar y, por ejemplo, si llueve, decir que así fue decidido por el dios Tláloc?
A eso podemos objetar, que como nuestra inteligencia, siempre busca la verdad, se verá más reconfortada al saber las causas de las cosas. Nos dará más satisfacción el saber cómo es que se produce algo, que el ignorarlo. (Además, de usar el conocimiento para aplicarlo a un asunto que necesitemos).
-Aunque hay algunas cosas de las cuales, mejor no quisiéramos saber el porqué de ellas, ya sea por temor o precaución- en la mayoría de los casos es mejor saber los porqués o causas inmediatas que ignorarlos. Lo que nos lleva a “saber” y éste último término, viene del latín “sapere”, que significa saborear. O sea, el conocimiento se disfruta, se saborea.