Libros de ayer y hoy
La descomposición: el presidente y Lord Molécula
A todos los gobernantes del mundo le incomodan los periodistas. Sólo los grandes saben acercarse y mantener una relación fluida, porque se necesitan mutuamente.
Francois Mitterrand y John Kennedy, para citar a dos presidentes extranjeros y difuntos, fueron grandes interlocutores de los medios y se acercaron a los más brillantes periodistas de la segunda mitad del siglo pasado. Tenían un nivel similar.
Nuestro presidente ha enseñado que está a la altura de Lord Molécula.
O a ese nivel lo ha puesto la perfidia de su vocero, Jesús Ramírez Cuevas.
Le conocemos amistades más inteligentes en los medios, pero se ha peleado con ellas o se han tomado cierta distancia porque AMLO exige subordinación, y eso no se acepta ni entre amigos. Sólo lo admiten sujetos como el mencionado.
AMLO no se reúne a discutir y a defender sus políticas públicas con periodistas de El Universal o Reforma, o Nexos y Letras Libres. Ni siquiera a escuchar qué están pensando los que, para bien o para mal, contribuyen a formar opinión.
Se siente a disgusto con gente pensante. Sólo admite incienso. Lord Molécula, pues. (Me dicen que lo mismo ocurre entre sus colaboradores. Los que saben se callan, pues administran sus aspiraciones políticas personales).
Ayer a ese pobre cristiano le encargaron que calumniara al periodista Ciro Gómez Leyva en la conferencia matutina, y así dio lugar a que el presidente soltara una prolongada descarga de insultos contra los medios.
La conclusión del que dice ser periodista fue que «estos voceros del régimen neoliberal, presidente, están rebasando la línea de la libertad de expresión». Pidió echarles Gobernación encima.
El titiritero de Lord Molécula es Jesús Ramírez Cuevas, vocero del presidente. Eso piensan de los periodistas y de los medios en Palacio Nacional.
Como apuntó ayer Julián Andrade: «Los payasos que por las mañanas leen (o tratan de hacerlo) preguntas, en Palacio Nacional, para dar pie al ataque contra periodistas no son simpáticos, son una muestra de la descomposición de un poder y su rostro autoritario. Son heraldos de una oscuridad que avanza».
AMLO no le planta cara al narco, que mata, distribuye drogas, tortura, extorsiona, secuestra, decapita a seres humanos… pero le declara la guerra a los comunicadores y medios que señalan los desastrosos resultados de su gestión en economía, salud y seguridad.
En las conferencias matutinas no toca al Mencho, ni al Cártel del Pacífico, ni a las bandas criminales. A medios de comunicación sí.
A periodistas, duro con ellos. La emprende contra intelectuales, como hizo ayer con Jorge Castañeda porque dijo que Pochutla es feo. Y se siguió con Leo Zuckerman y Héctor Aguilar porque al parecer se rieron del comentario de Castañeda.
Ahí están su atención y preocupaciones.
Esas prioridades se reflejan en sus acciones de gobierno. Sólo actúa contra grupos delictivos, como el bloqueo de cuentas a empresas y personas ligadas al CJNG, cuando se lo indica el gobierno de Estados Unidos.
Al día siguiente de que la Unidad de Inteligencia Financiera informó del congelamiento de cuentas bancarias del cártel, el presidente aclaró que fue a petición de la DEA.
La batalla para que el CJNG no se apodere del hampa en la Ciudad de México ha sido una lucha personal de Omar García Harfuch, respaldado por Claudia Sheinbaum.
Esa es la razón por la cual lo quisieron matar a él, y no a otros. El tema del narco no está en el radar del presidente.
Sí lo están, en cambio, los periodistas y los medios.
Para él somos perros que mordemos la mano que nos quitó el bozal, según dijo en una conferencia matutina.
Desde su gabinete se acusa de «sicarios» a periodistas críticos, como se expresó la secretaria de la Función Pública luego de un reportaje del equipo de Carlos Loret.
Algún día va a ocurrir una desgracia, derivada de sus palabras y acciones ofensivas. Lo sabe, pero no le importa.
Su gobierno está descompuesto. Se puso al nivel de Lord Molécula.