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Visión Financiera
NIÑO MALCRIADO
La toma de decisiones es una de las más difíciles tareas que la vida te va enseñando, de niños existe la famosa pregunta de ¿qué quieres ser de grande?. Respuestas sobran… bomberos, policías, médicos, chefs, y así muchas más.
Ya más grandecitos la intriga de ¿le hablo o no le hablo al niño o niña que me gusta?, ¿hago desmadre o me comporto?, ¿tomo o no tomo?, ¿fumo o no fumo? Y otro montón de intrigas más.
Después viene la pregunta de ¿qué quiero ser?, ¿a qué me voy a dedicar? Y con todas esas prenguntas y respuestas la vida se va pasando. A muchos les va bien a otros no tanto.
Y es que la toma de decisiones va más allá de solo elegir una respuesta, pues cada decisión tiene una consecuencia, buena o mala, y tal parece que a todos se les olvidó darnos esa enseñanza y es la vida misma la que te va noqueando o levantando el brazo.
En su momento hay quienes nos enseñan a tener palabra y no arrepentirnos de lo que decidimos, “a palo dado ni Dios lo quita”.
A aceptar las consecuencias y si nos fue bien darnos un golpesito en la espalda y seguir confiando en nosotros.
Si nos va mal a buscar las soluciones y darle para delante sabiendo en qué nos equivocamos.
La toma de decisiones es un conjunto de varios análisis, ¿me conviene o no me conviene?, ¿me va a afectar?, ¿qué consecuencias me va a traer?, entre otras que te van mostrando lo que puede pasar.
Si ya hiciste tu análisis, si ya tomaste tu decisión nunca te arrepientas, pues en la vida existen dos clases de personas. Hay quienes toman su decisión y la sostienen hasta el final aún cuando esa te lleve al fracaso y hay quienes se dedican a culpar a los demás o a decir que siempre no cuando ya se hizo un desastre.
El caso de Nuevo León es un ejemplo claro del arrepentimiento de tomar una decisión. Samuel García juró y perjuró que buscaría la presidencia de la República. El fosfo fosfo sabía exactamente lo que podía pasar, él y su partido, que se supone saben de política.
Eran conscientes que no tenían el Congreso del Estado a su favor y que podía irles muy mal; lo señalaron en su momento, y aún así dijeron va.
Anunciaron que era el candidato único de Movimiento Ciudadano, arrancaron su precampaña entre tequila, caballo y mariachis, y a decir de ellos todo iba de maravilla, colocados ya en segundo lugar de las encuestas sólo por debajo de Claudia Sheinbaum y arriba de Xóchitl Gálvez.
Pero después de una semanita de felicidad naranja todo se vino abajo, pues lo que sabían que iba a pasar, ocurrió. El Congreso del Estado no estuvo a su favor, y decidieron ponerle fin a su precampaña, dañando la propia imagen del partido Movimiento Ciudadano.
La pregunta es, si ya habías tomado tu decisión ¿por qué siempre no?, ¿acaso no sabían lo que les esperaba en Nuevo León?, ¿qué los asustó?, si ya estaban en segundo lugar y con opciones de hasta ganar, a decir de ellos, ¿por qué se bajaron?.
Y pues la realidad llegó, Samuel García, como todo un niño malcriado al ver que todos jugaban con sus juguetes, ya no quiso; llegó para quitárselos y decir que eran suyos y que los quería de regreso.
Haciéndose la víctima se quitó la culpa acusando a sus contrincantes y regresó a donde todo comenzó a su nuevo Nuevo León.
Todo apunta que al niñito malcriado nunca le enseñaron que las decisiones tienen consecuencias y que se necesita tenerlos bien puestos para aceptar las que vengan.