¡¡¡PLOP!!!
Para algunos el presidente López Obrador es el gran comunicador; piensan simpatizantes y críticos que su hacer y decir corresponden a un inteligente cálculo para avanzar en su proyecto. Sin embargo, una valoración sin prejuicio muestra que lo gobierna el impulso, sus expresiones con frecuencia obedecen a sus pasiones y, en no pocas ocasiones, a sus temores.
La razón para considerar al mandatario como un hábil y eficaz comunicador es el respaldo mayoritario y consistente que revelan los estudios de opinión. No se pueden soslayar los resultados; efectivamente, presenta un significativo acuerdo, aunque más sobre su persona que de los resultados del gobierno; sin embargo, ese consenso mayoritario no necesariamente se produce como un ejercicio colectivo de reflexión sobre su actuación o dichos, deben considerarse las razones para esta aprobación a pesar de los recurrentes excesos y pifias.
Efectivamente, el presidente está blindado, pero la explicación no está en las virtudes comunicacionales, sino en la empatía emocional hacia él de un público amplio, que se explica por el débil escrutinio público y el déficit de cultura ciudadana. La población más informada y con mayor educación reprueba al presidente.
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