En México uno de cada 115 niños nacen con Trastorno del Espectro Autista, es decir, en una escuela con 500 estudiantes al menos habrá 4 de ellos que viven con esta condición, y la gran pregunta es si los profesores, directivos, compañeros, orientadores están capacitados para ayudarlos a aprender de manera adecuada.

La respuesta es no, y los propios padres de niños con autismo (si es que ya los diagnosticaron), podrán confirmar que ellos mismos nunca esperaron, y mucho menos recibieron una orientación de cómo atender a un niño o niña con autismo.

De acuerdo con los especialistas, hay tres tipos de autismo, el 3 es el más severo y más discapacitante, dependen por completo de alguien más, el tipo 2 que es moderado y el tipo 1 que es leve y también se conoce como Asperger, también le llaman autismo altamente funcional.

No es extraño que una persona con autismo tenga altas capacidades, altos coeficientes intelectuales, es ahí donde radica la gran contradicción, siendo tan inteligentes, suelen darles con la puerta en la cara cuando piden una oportunidad en una escuela o en un trabajo.

Y es que en TEA pertenece a las discapacidades no visibles, es una alteración neuro cerebral que no les permite socializar de manera adecuada, es el niño que habla poco, o demasiado si el tema les interesa, el que aletea las manos, se sacude, se rasca la cabeza y da brinquitos, un total malcriado, dirían algunos si les toca presenciar una de sus “crisis”.

Los especialistas no se ponen de acuerdo, algunos dicen que es genético, lo heredaron de alguien, casi siempre del papá, hay quien hasta ha dicho que lo adquieren por las vacunas, por la alimentación, un golpe, un problema del embarazo, tampoco faltan los charlatanes, desde el que dijo curarlo con pastillas de cloro hasta los que venden costosos tratamientos de células madre.

Todo se reduce a algo muy simple, lo único que esperan, anhelan y merecen quienes viven con autismo y sus familias es que la llamada INCLUSIÓN sea una realidad, que no los rechacen en las escuelas, que los integren a las actividades, que no les digan tontos, raritos o retrasados, que los maestros no los taches de niños problema.

Que tengan acceso a deportes, el agua, en especial, la natación que suele tranquilizarlos mucho, que les permitan explotar sus sorprendentes capacidades y sobre todo, que reciban ese amor que piden a gritos y merecen.