Mentira o verdad

Certeza. Lo que es, lo evidente, lo obvio. Nada oculto. Adecuatio rei intellectus. Adecuación de la cosa con la mente. Armonía con el ser. Esa es la verdad.

Nuestra inteligencia siempre busca la verdad. Esto lo afirma la filosofía perenne. Sin embargo, ¿Por qué mentimos? ¿Por qué engañamos a otros? Mas aun, ¿por qué nos engañamos a nosotros mismos?

La respuesta no la tiene la filosofía. Pero, la teología sí. Aunque nacemos buenos tenemos tendencia al mal. Esto debido a nuestra naturaleza caída, por el pecado original. Y así andamos por la vida buscando la verdad, pero traicionándola a cada paso.

Mentimos a otros. Nos mentimos a nosotros mismos.

Difícilmente dejamos ese círculo perverso de mentir. A veces ni cuenta nos damos de nuestras mentiras. O estamos acostumbrados a decir mentirillas por inercia, por hábito, por vicio.

Cuando queremos sacar ventaja de algo, decimos mentiras más grandes. Incluso así, podemos, fácilmente, llegar a la calumnia. ¡Total, no pasa nada!

Y una de las peores mentiras es esa, -no pasa nada- si mentimos.

Recordemos como dice la Biblia “El padre de la mentira es Satanás”.

Así que, usted sabe, estimado lector con quien nos adherimos cuando despreciamos la verdad.

–          ¿De qué escribiste hoy? –

–          De que no hay qué mentir. –

–          Pues tú me mentiste al decirme que como periodista ganabas bien.-

–          No te mentí, gano bien, ¡bien poquito! –

–          ¡¡¡PLOP!!!