
La Ahogada, el que la prueba se pica
Milagro del Jueves Santo
Materia prima, absolutamente determinable. Electrones, protones, giro vertiginoso alrededor del núcleo. Átomos en conjunción, formando moléculas. Millones de éstas. Tejidas, unidas para formar la materia segunda. Ya es un objeto, un cuerpo. Materia y forma designando al ser.
Así tenemos por ejemplo a la hostia, cuya materia segunda son harina de trigo y agua, pero, se hará el milagro. En esos elementos, sin perder su esencia, se realizará el milagro de la transubstanciación.
A los ojos humanos permanece la forma blanca y redonda del pedacito del pan. Luego, cuando el sacerdote con sus manos bendecidas la eleva apuntando al cielo, y esboza el Hoc est enim corpus meum, el milagro de los milagros se realiza. El pan, junto con el vino, se convierten en el cuerpo y sangre de Nuestro Señor Jesucristo.
A los ojos humanos, continúa llegando la luz reflejada del pedazo de pan blanco, a los ojos de la fe, es verdadera carne y sangre de aquel que prometió estar todos los días con nosotros hasta el fin del mundo.
Sangre y carne verdaderas, tejidos del miocardio, como lo han testificado al analizar muchos de los milagros eucarísticos que se han dado a lo largo de los siglos desde la instauración de la Eucaristía. Transubstanciación de las especies de pan y vino, que, trascendiendo las leyes de la naturaleza se convierten en el mismo Cristo.
Comida de salvación. Oh, res mirabilis, manducat Dominum! ¡Oh qué cosa maravillosa, comer al Señor! Alimento espiritual, para nutrir nuestra alma, y permanecer vivos en la fe y aspirar a la vida eterna.
El día de hoy, Jueves Santo, se conmemora la institución de la Sagrada Eucaristía, en la llamada Última Cena. Estando Jesús reunido con sus discípulos, levanta el pan y pronuncia la fórmula divina “Porque este es mi cuerpo”, dejándonos el mejor alimento espiritual.
Fue también un Jueves como hoy, considerado Santo, cuando Jesús hace el acto más grande de humildad lavando los pies a sus discípulos. También, se conmemora, la institución del sacerdocio así como la institución del mandamiento del amor. “Amaos los unos a los otros como yo los he amado”. Qué sencilla frase, pero cuánto contiene.
Así que, valoremos los tesoros espirituales de nuestra fe y no nos olvidemos de cumplir con nuestras devociones y obligaciones de buenos cristianos. Vayamos al templo, participemos de la Sagrada Eucaristía, seamos humildes y amemos a Dios, a nuestro prójimo y a nosotros mismos.
El escritor es director del departamento de Filosofía de la UAG