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Libros de ayer y hoy
Nihilismo
“De la nada no sale nada”. Es un principio lógico. Fácil de advertir al sentido común. Pero, pues, como siempre, hay quienes contradicen lo obvio. Estos argumentan, que de la nada sí puede salir algo. Inútil alegar con ellos, se van a sostener en su premisa. Por más que les digas, “es que, si no hay nada, absolutamente nada, ¿cómo va a salir algo?”, siguen en su tozudez.
Muchos de los que defienden a la nada como aportadora de algo, también la defienden en el plano moral. Son nihilistas, término que viene del latín “nihil”, nada. Estos niegan que haya valores trascendentes en el ser humano. -Ahora sí, en el plano moral, la nada no produce nada- (sic).
Y es fácil argumentar en contra. Los trascendentales del ser son el bien, la verdad y la belleza. Es obvio que siempre nuestra voluntad busca el bien o lo que consideramos que es lo adecuado para nosotros. Nuestra inteligencia busca la verdad. A nadie nos gusta que nos digan mentiras. Si alguien dice: “miénteme, pero, no me dejes”, es que hay un problema en él o ella”. Además, todos buscamos la belleza. Nadie en sus cabales dice: “Voy a buscar a la persona más fea para que sea mi novia o novio”. O si entramos, a una tienda de ropa, no decimos, – A ver si hay una prenda fea, fea, para ponérmela. – Buscamos lo más bonito dentro de nuestras posibilidades.
Decíamos, el nihilismo como sistema moral, es erróneo, pues, niega, algo de lo más importante que pueda tener el ser humano: su trascendencia en el mundo, en su entorno, en su familia, en sí mismo y en su salvación.
– Y, ¿ahora de qué escribió profe? –
– Del nihilismo, de nihil, nada. –
– ¡Ah, por cierto! El examen lo contesté de manera nihilista! –
¡¡¡PLOP!!!
El autor es director del Departamento de Filosofía de la UAG.