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Visión Financiera
¿Elecciones y convicciones?
En estás últimas elecciones constatamos la falta de compromiso ante una ideología, ante una postura política. Candidatos, aspirantes se cambiaban de partido, solo siguiendo el “hueso”, como perritos, pues.
Las convicciones, “bien, gracias” esas pueden esperar, si es que se tenían.
Por eso el día de hoy vamos a hablar de un político firme en sus creencias, que no obstante dependía su vida de un simple “sí”, prefirió la muerte antes de traicionarse y a su mismo Dios, me refiero a Tomás Moro.
Este fue un abogado, político, filósofo, poeta, traductor, etc. que nació en 1478 en Inglaterra.
Aunque no era de familia noble, llegó a ser Lord Canciller en la Corte del rey Enrique Octavo.
Tomas Moro desde muy joven era asiduo lector, desarrollando una gran cultura que luego plasmó en sus obras tanto escritas como en sus servicios a la Corte inglesa.
Formado en una familia católica se mantuvo firme en su postura defendiendo su fe ante todo. Por ejemplo, cuando el rey Enrique Octavo, quiso divorciarse de su primera esposa Catalina de Aragón, para así poder casarse con su amante, Ana Bolena.
El papa Clemente VII no otorgó el permiso del divorcio. Tampoco, Tomás Moro lo avala. Bastaba la firma de alguien con gran solvencia moral para legitimar la ruptura y nuevas nupcias.
El monarca inglés decide separarse de Roma y ser cabeza de la iglesia anglicana. Situación que tampoco avaló Moro por lo que fue encarcelado y sentenciado a morir. Solo tenía que retractarse de su “no” y dar el “sí” pero eso era traicionarse y traicionar a Dios.
Así que, el 6 de julio de 1535 fue decapitado y expuesta su cabeza para escarmiento del que se opusiera a la “santa” voluntad del monarca en turno. Muy lejos de lo que vemos hoy en día.
Tomas Moro fue elevado a los altares y convertido en Santo de la Iglesia Católica. Así, da testimonio de que hay que obedecer primero a Dios y luego, a los hombres. Ser íntegro, ser firme en nuestras convicciones, ser sinceros con uno y con los demás y, coherentes con nuestro sentir y pensar, es el ejemplo de Santo Tomás Moro.