Libros de ayer y hoy
¡Saca al niño que llevas dentro! ¡Ojalá no crezcas, quédate como estás ahorita! “Y de pensar que de niño quería ser adulto, ¡qué equivocado estaba!”
Cada vez escuchamos más frases en ese tenor. Quejándonos de nuestra condición de adultos. Como si el haber crecido fuera malo, pero es parte de la vida, es parte de la naturaleza humana.
Lo normal es que el niño quiera crecer y ganar. Cuando juega se pone a prueba así mismo. Hoy en día se dan mensajes tendientes a desdeñar el haber crecido, el ser adulto y todo lo que conlleva la responsabilidad de la madurez. No a los síndromes de Peter Pan o al de Campanita.
No podemos ser una sociedad responsable si no valoramos las etapas de la vida. Debemos aquilatar cada una de las estaciones de nuestra existencia: la niñez, la adolescencia, la edad adulta, la vejez. Todas valen. Todas tienen una importancia en nuestro desarrollo.
No vale más el niño que el anciano. No vale más el adulto que el ser humano que todavía está en el seno de su madre.
Todos somos humanos, nuestro cuerpo es sagrado, pero nuestra mente también. No podemos ser niños y sentirnos como ancianos o, al revés. Hay que vivir cada etapa al máximo y lo mejor que podamos.
– ¿De qué escribió ahora profe?
– De que hay que vivir cada etapa de la vida al máximo.
– ¡Ah! ¿Nos deja entonces salir a pistear ahorita?
¡PLOP!!!