Libros de ayer y hoy
Mérito y demérito
La queja es cada vez más generalizada. Se da en la plática común. También lo expresan analistas políticos y comentaristas. El tema es repetitivo: cada vez hay más corrupción de los políticos mexicanos. Cada vez es más flagelante, más denigrante, el enriquecimiento ilícito de la clase política. El asunto de la malversación de los recursos públicos, que en vez de en gasto social, servicios o infraestructura se dedica al aumento de cuentas bancarias y bienes de unos pocos, o de algunos partidos políticos. Esto lacera, duele, ofende, indigna, pues cada vez hay más pobres.
Según información del CONEVAL, “en México existen, 55.7 millones de pobres, es decir, 3.8 millones más que en 2018, y lo que equivale a casi 44% de la población total del país. Por su parte, la población en situación de pobreza extrema fue la que más creció, al pasar de 8.7 millones a 10.8 millones de personas en esta condición, lo que significa que más de la mitad de la población en México es pobre”.
¿Se da una de lo que significa estar en pobreza extrema? Quiere decir que cada día que amanece casi once millones de mexicanos, no saben si van a poder comer algo. Esto es algo lacerante, humillante, flagelante. Y por otro lado, vemos a nuestros políticos, los que “nos representan” cada vez más ricos. E incluso hacen alarde de los bienes que han robado. Traen carrazos, relojazos. Traen guaruras. Van a los mejores restaurantes. Van de vacaciones al extranjero. Sus hijos viven y blofean de manera grosera y amenazante.
Es obvio que esta corrupción ha sido detonadora de varios flagelos sociales que hoy en día nos acechan. La violencia y la inseguridad no son gratuitas. Vienen en buena parte de este deterioro de la autoridad que en vez de velar por el bien común, ha velado por el bien particular, sí, el de su partido y el de sus bienes personales y familiares. Y esta descomposición social seguirá -in crescendo- si no se hace algo al respeto. Este desorden social está cerca de hacer imposible la convivencia en nuestro país.
Ya en varias ciudades y estados se vive con mucho miedo. Mataulipas, perdón Tamaulipas; Me muero, perdón, Guerrero y, otros tantos, como Matajuatos, Arisco, etc. ¿Que más nos espera? Y es que para que la sociedad marche correctamente es necesario el incentivo para el bien y el castigo para el que actúa mal. Es imprescindible que como sociedad desempolvemos dos principios de la ética tradicional que son el mérito el demérito. El primero, es el premio y o recompensa por los actos buenos realizados. El segundo es el castigo por haber actuado mal. Así de sencillo, así de fácil. Pero en nuestro país esto se ha tornado en una complejidad indescriptible.
El que actúe bien debe reconocérsele y premiársele, en todo nivel. Pero, parece haberse quedado en el kínder nada más la costumbre del premio. La famosa estrellita en la frente que se les pone a los niños que se portan correctamente es un estímulo muy importante para que en esa mente inocente se implante el deseo de la obediencia y de la recta conducta. (A estos sí que hay que darles abrazos).
Luego, esta costumbre se va olvidando. En la primaria se deja de reconocer al que actúa bien. Y después, parece que se empieza a incentivar al que mal se porta. En la secundaria da la impresión que se incentiva el mal comportamiento. El que actúa mal, el que hace las bromas más pesadas o el que no tiene moral resulta ser el popular, el atrevido, el galán, el modelo a seguir. Esta situación debería revertirse a quien mal se porte aplicarle el demérito a sus acciones. Un justo castigo, una mala nota, un reporte. Y así van creciendo muchos. Luego, quieren ser ricos, ganar mucho dinero y de manera fácil. Pues qué mejor campo de acción que la política. Ahí se roba y como la mayoría de los políticos se protegen entre ellos, pues, qué mejor. ¿Dónde se podría medrar más a gusto? El reino de la impunidad, Tranza Land.
Por lo tanto, es necesario que en todos los niveles sociales no descuidemos los dos principios morales. Mérito y demérito. Premiar los actos buenos, castigar los actos malos. De esa manera, si cada quien en su ámbito personal y social hiciera algo al respecto, poco a poco iríamos mejorando nuestra familia, nuestra comunidad, nuestra ciudad, nuestro estado y nuestro país.
– ¿De qué escribió ahora profe? –
– De que los políticos cada vez están más ricos y el pueblo más pobre. –
– Así es profe, ya el de los narcos no es dinero fácil. –
– ¿Por qué lo dices? –
– Por que corren mucho peligro, en cambio los políticos roban a manos llenas y nada les pasa.
¡¡¡PLOP!!!