
Las pugnas arancelarias y el efecto Trump
Chabelo
Me tocó verlo tres veces. Dos en la oficina de mi tío Antonio en la Zona Rosa de la ciudad de México. Muy serio él y con una voz de barítono, un tanto grave. Muy diferente a la voz que le conocimos en TV, se trata de Chabelo, el amigo de todos los niños.
Yo ya sabía de la amistad de mi tío con el comediante, por lo que no me sorprendió tanto verlo ahí.
En aquel entonces (1990) me encontraba haciendo mi tesis de licenciatura, sobre el mito Pedro Infante. No me imaginé que pocos días después uno de mis informantes sería el mismìsimo Chabelo.
Esto se dio, ya que un día mi tìa Alejandra, (hermana de mi mamá, y esposa de mi Tío Toño con quienes me hospedaba en ese momento) me preguntò que si querìa ir a comer a la casa de Chabelo porque iba el artista a hacer una carne asada. Primero pensé que era broma, luego sentí algo de miedo, pero, desde luego que fui. Yo, al igual que millones de niños en todo Mèxico, nos levantábamos todos los domingos tempranísimo y corríamos al cuarto de la tele para encenderla y ver el programa en Familia.
Recuerdo el gran televisor Philco empotrado en un mueble muy bonito. Se encendía girando un botón y tardaba unos cuantos segundos en verse la imagen. Bueno, eso es secundario.
Asì que, llegué con mis tíos a la casa de Chabelo. Una casa grande decorada estilo colonial mexicano. Ahí reconocí el diseño de varios muebles de mi tío, de quién me supongo le diseñaba, para su mueblería los famosos Muebles Troncoso que se anunciaban en la catafixia de Chabelo.
Yo, en aquel entonces, no hablaba mucho. De hecho no suelo tener facilidad de palabra hablada, creo que es una de las razones porque prefiero escribir.
El caso es que el mismísimo Chabelo cocinó la carne asada. El ponía los cortes de la carne, de los chorizos y les daba la vuelta. A instancias de mi tía, me armé de valor y me acerqué a platicar con él. Tenía un asador grande con su chacuaco. Ahí aprendí ese término porque se refirió al arnistículo tragador de humo. Ahí entendí la frase “fuma como chacuaco”. Misma que muchos repetíamos y no sabíamos a qué se refería.
Y creo que todo México y parte de latinoamérica conocemos la palabra catafixia, que significa un trueque, cambiar una cosa por otra. Esa es una de las aportaciones al léxico castellano, emanadas del programa de Chabelo.
Bueno, bien sabemos que la palabra original, es “la que te asfixia”, que era el momento culmen del programa en Familia con Chabelo, en el que el ganador de todos los concursos de ese domingo se enfrentaba a la decisión de llevarse los premios conseguidos o mejorarlos sustancialmente con una sala o decoración de Muebles Troncoso. Desgraciadamente también tenía la opción de empeorar todo, pero, casi siempre Chabelo lo perdonaba y le permitía llevarse lo hasta ese momento acumulado.
De mi estancia en la casa de Chabelo, ¿qué puedo deducir, de él como persona el poco tiempo que lo traté?
Que no obstante, ser tan famoso, era sencillo, cordial, amable, pero serio. En esto último, muy diferente a como se mostraba con su personaje. Sin embargo cometí una indiscreción. Estaba él, platicando con mi tía y de repente lo vi llorar. Se me vino a la mente esa parte de su show en la que como niño, lloraba. Pensé que estaba actuando y me reí. Inmediatamente sentí la mirada de mi tía con grandes ojos, pero, lacerantes; gritándome con sus pupilas “¡cállate!” . En ese momento comprendí que no estaba actuando, que lloraba de verdad.
Posteriormente mi tía me comentaría que le estaba platicando sobre problemas que tuvo con su padre cuando Chabelo era niño.
De lo que Chabelo me platicó sobre Pedro Infante no sería muy alagador para la imagen del ídolo de Guamúchil. Pero, como ninguno de los dos está para defenderse, prefiero guardarlo en el tintero de la prudencia.
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¿De qué escribiste hoy? –
De la vez que fui a comer a la casa de Chabelo. –
¡Caray, a tí no se te quita lo mentiroso! –
¡¡¡¡PLOP!!!!