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¡¡¡Plop!!!
La moralidad
Bien sabido es que se han quitado de las aulas materias escolares de formación humana. Asignaturas como filosofía, ética y civismo, se consideran obsoletas. ¡Lástima, es una concepción errónea! Es también una de las causas del ambiente corrompido que vivimos.
Las materias señaladas nos enseñan a pensar, a ser mejores personas, a ser buenos ciudadanos.
La ética, por ejemplo, nos forma sobre la moralidad. Esta es la distinción de lo bueno y lo malo, de lo lícito y lo prohibido, de lo justo y lo injusto. Distinciones necesarias para que haya un orden social.
Y ¿qué es lo bueno? Lo que favorece a la naturaleza humana. Por ejemplo, si conservar la salud es bueno, exponerse a perderla excediéndose en los vicios del alcohol, del tabaquismo o de las drogas, es malo.
¿Qué es lo lícito? Aquello que podemos hacer sin menoscabar la integridad personal o de las posesiones de otro. Lo prohibido es aquello que por ley natural o positiva no debemos hacer. Esto para guardar un orden social.
Lo justo es darle a cada uno lo que se merece. Lo injusto es perjudicar a la persona en su integridad o en sus bienes.
Y para saber específicamente la bondad o malicia del acto es necesario conocer las llamadas fuentes de moralidad, que son: objeto, fin y circunstancias.
La esencia de un acto o, lo que es en sí, es el objeto. Por ejemplo, la esencia de mentir es engañar, la esencia de dar limosna es ayudar.
El fin es la intención de quién actúa. Alguien, por ejemplo, puede dar limosna con un fin bueno: ayudar. Sin embargo, ese fin se puede empañar si doy limosna para que otros vean lo generoso que soy.
Las circunstancias son los adjuntos que rodean al acto. Son de modo, lugar, tiempo, etc.
Por ejemplo, puedo dar limosna suficiente, la doy con amabilidad y cuido que nadie me vea, entonces mi acto es muy bueno. Pero si doy limosna de malas y solo las monedas que me estorban en el pantalón pues, mi acto no fue tan bueno.
Por tanto, para que un acto sea bueno, deben ser buenos el objeto, el fin y las circunstancias. Para que sea malo, basta con que sea malo alguna de las fuentes de moralidad.
En la próxima entrega hablaremos de las fuentes de moralidad aplicadas a la educación.
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– ¿De qué escribió hoy profe? –
– De las fuentes de moralidad, que vimos en la clase de ayer. –
– Pues como no puse atención, no más conozco las fuentes de agua y las fuentes de sodas. –
¡¡¡Plop!!!
El autor es director del Departamento de Filosofía de la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG).