
¡¡¡PLOP!!!
Si la calidad de un gobierno es la medida de su oposición, puede entenderse el deterioro de la vida pública nacional. Las oposiciones están mal, enfermas unas de ceguera, otras de soberbia y, la del PRI, de oportunismo en su dirigencia. Buena parte de la sociedad mexicana anhela una alternativa diferente a la existente; pero, al parecer, la oposición, MC incluido, ofrece la medicina del pasado, sin advertir que ha caducado.
Un caso ilustra la incapacidad de la oposición para articular cualquier narrativa razonable. Su maximalismo la hace ver semejante al presidente López Obrador, todo o nada, conmigo o contra mí, blanco o negro. La sociedad sigue derroteros diferentes. El descontento creciente con el régimen obradorista no significa una adhesión a los partidos opositores, menos si reproducen mucho de lo que se repudia.
El PRI vive su autodestrucción. No inició con Alejandro Moreno, sino con la venalidad del gobierno anterior, generalizada y de escándalo en la presidencia y en varios gobiernos estatales. Error monumental y confesión anticipada de fracaso fue postular a un candidato cuya mejor credencial era no pertenecer al PRI y ser afín al PAN, con la expectativa de que, al retirarle a la mala el registro al candidato Ricardo Anaya, los votos se sumarían a José Antonio Meade, sin advertir que la segunda opción de los votantes anayistas era AMLO y, después, el abstencionismo.