
Visión Financiera
Polarización intolerable
Ya Lorenzo Córdova tronó, con toda razón, la polarización en México alcanza un nivel intolerable.
Los defensores a ultranza del actual régimen confunden la gimnasia con la magnesia y justifican la polarización desmesurada que promueve el presidente un día sí, y otro también, a través de su espacio de propaganda matutina. El argumento es que el neoliberalismo profundizó una enorme brecha que polarizó al país y que este ya estaba dividido antes de que el presidente tomara posesión. En consecuencia, dicen los defensores fanatizados, López Obrador solamente tomó la bandera de los pobres y a estos representa, la polarización ya existía.
Es grave confundir una brutal desigualdad estructural, que sin duda alguna el neoliberalismo profundizó, con una polarización ideológica, promovida por el aparato gubernamental y su vocero excelso, el propio presidente, para dividir al país entre sus seguidores, los buenos, y sus opositores, los malos. Antonio Gramsci estaría revolviéndose en su tumba al ver la grave confusión entre estructura y superestructura de algunos seguidores de AMLO que se autodenominan de izquierda. El gran filósofo y gurú del socialismo, Karl Marx, lo apuntaba con nitidez: “también la teoría se vuelve un arma revolucionaria cuando se apodera de las masas”. Las masas de fanáticos obradoristas, carecen de teoría, solamente son repetidores de consignas de propaganda, muy lejanas de Lenin y peligrosamente cercanas a Göebbels.
López Obrador, lo hemos insistido, es un maestro de la comunicación política, gobierna desde el discurso y sustituye los hechos con saliva. En este predominio de la semántica sobre la concreción, sus fans reiteran que el país ya estaba dividido. Nunca como ahora, Lorenzo Córdova tiene razón.
El problema es la división ideológica. ¿Cuántos mexicanos han perdido amistades, compadrazgos o relaciones de familia por fanatismos en favor del régimen y su líder? Esta división, reitero, no es estructural, es superestructural. Es emocional. El país está herido en sus sentimientos. Las campañas son guerras sin cuartel. Los argumentos en redes sociales son inexistentes, solamente han quedado los insultos, y el sordo silencio que queda tras de las detonaciones.
El presidente ha partido a México en dos bandos, hasta este momento irreconciliables. Y no se trata de alinearse con ricos o pobres. El criterio es perverso. Si los hombres más ricos de México, Carlos Slim y Ricardo Salinas NO son adversarios, poco importa su origen de clase, dejan de ser neoliberales y conservadores a partir de su filiación con el líder. Si Juan Pueblo no está con el omnipotente mandatario, es un fifí, neoliberal, conservador y adversario, que merece todas las descalificaciones, el tema no pasa por lo estructural, sino por la fidelidad hacia la egolatría del mandatario.
Lo mismo sucede con la prensa. La Jornada se convirtió en un vocero del régimen, que de golpe se transformó en el fiel de la balanza que dicta que periodistas son honestos, y quienes son chayoteros. Reforma y el Universal le atacan porque perdieron sus privilegios.
La locura de dividir a México en dos obedece a la sinrazón presidencial. No a la lucha de clases.
Las opciones de hoy:
a) México necesitaría un líder a la altura de Nelson Mandela para restañar las heridas que ha provocado un líder que pudo elevarse a esas alturas, pero fue consumido por el poder.
b) En ausencia de un Mandela, la única alternativa ante el poder omnipotente y omnímodo es la división real y el contrapeso de poderes…
c) La división de México, que se mostrará peligrosamente en las urnas este 6 de junio, persistirá a manera de revancha, resentimiento y coraje, con grave riesgo para la estabilidad. Antes de su triunfo, López Obrador fue un atemperador de la violencia, llamó al triunfo en las urnas y encauzó el coraje masivo por la vía del voto. Hoy, el promueve esa cólera entre las masas…
d) De perder el legislativo, el presidente podría perder la cordura, y llamar, como lo hizo Trump a “defender” su ilusoria victoria. Como siempre si Andrés gana, es un triunfo de la democracia, si pierde, es un despojo miserable de sus adversarios. Este escenario también pondría en riesgo la estabilidad del país…