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¡¡¡Plop!!!
Fanáticos
México vive una degradación intelectual interesante, pero una exacerbación emocional tremenda. Los anuncios de campañas políticas, en los que media la agresión como principal argumento entre los dos bandos en disputa, así lo evidencian; los posteos en redes, los «debates» en estas benditas herramientas, así lo testifican. Y como si fuera asunto menor, el presidente atiza la leña al fuego al dividir a los buenos, que luchan en favor del pueblo, la honestidad, la transformación y demás hermosuras del discurso, y los malos, adversarios, fifís, conservadores, neoliberales y demás epítetos, que descalifican a la mitad del país.
Sin embargo, hay un segmento poblacional del país, que empalma tanto conexiones neuronales sólidas, como emociones profundas, los mayores de 50 años, que constituyen uno de los grupos sociales de más filiación hacia el presidente López Obrador. Algunos hasta el grado cercano al fanatismo.
Muchos de estos mexicanos se formaron en universidades en una época en la que en las aulas campeaba la utopía de izquierda. Corrían aún tiempos de guerra fría y el mundo se dividía entre burgueses y proletarios, entre capitalistas pro imperialismo y socialistas pro pueblo. Esta generación asistió como protagonista, testigo o víctima al surgimiento del neoliberalismo. Vio pasar la ilusión de primer mundo que vendió Salinas al país, con el TLC; tal vez vio disminuir su patrimonio y convertirlo en humo gracias al Fobaproa; acaso tuvo esperanzas fallidas con Fox; observó el fraude con el que despojó el sistema a López Obrador de su triunfo en 2006; sufrió en carne propia la locura homicida de Calderón y la violencia desatada en el país; se enojó demasiado con la corrupción escandalosa del mandato de Peña. Contempló el exacto diagnóstico del entonces candidato de la esperanza y le compró la esperanza. Aquí está el quid.
Los mayores de 50 depositaron sus expectativas frustradas, sus esperanzas demolidas, sus deseos de justicia, equidad, honestidad, cambio social, en un líder que en el discurso vendió todo eso y mucho más. Esta generación compró sus propios ideales machucados por la realidad, a cambio de su ceguera incondicional para apreciar la realidad.
La premisa es muy simple, si aceptaran que el presidente se equivoca es tanto como aceptar que ellos mismos se equivocaron. Eso, para ilustrar a López.Gatell, si es detonador de disonancia cognoscitiva. Defender a López Obrador es defenderse a sí mismos. Preferible descalificar a los que no piensan, o mejor dicho, sienten como ellos, a la manera de su líder moral y político, que enfrentar el oprobio propio, la confrontación con un derrumbe más de expectativas, una demolición adicional de esperanzas. Solamente quienes pudieran tener madurez emocional podrían aceptar una realidad que se alejara del discurso. No es un tema de inteligencia, muchos son sumamente brillantes y justifican, con toda clase de argumentos la actuación del gobierno. Es un tema de centralidad emocional. Convirtieron sus valores en el discurso de las mañaneras, sus expectativas en las virtudes del presidente.
Así las cosas, es un segmento duro, útil, que hace propaganda gratis en redes, que no recibe apoyos millonarios como Epigmenio, y que justifica a ultranza a Epigmenio; que no cobra, como tantos youtubers, ni gana candidaturas como Juncal, y por el contrario, reenvía los videos de esos youtubers, comparte en sus redes memes del momento y reenvía notas periodísticas en favor del régimen, o en contra de quienes señala su líder.
Una generación frustrada que experimenta un temor muy grande a recibir una nueva frustración. Una generación que defiende a su líder en la medida en que se defiende a sí misma…
Este panorama se reduce a dos opciones:
a) Si el presidente López Obrador tiene un mediano éxito en los hechos, porque en su discurso se acerca a lo infalible, sus fans mayores de 50 se sentirán satisfechos de su elección y su defensa a ultranza.
b) Si el presidente se aleja de resultados, falla en sus ofertas y, aunque siga en su discurso de éxito, se contrasta en los hechos, les fallara hasta la médula