Libros de ayer y hoy
El pacto que no se rompió
Ya es célebre en la historia política mexicana reciente, el episodio cuando los grupos feministas exigieron al presidente «rompe el pacto», refiriéndose al caso Salgado Macedonio, y la respuesta, que consideró esa exigencia como un eslogan extranjero y terminó en el tristemente famoso «ya chole».
Mucho se ha hablado, en diferentes medios y en redes, de la carencia de empatía del presidente hacia los grupos de mujeres, agraviadas por la violencia de género y las agresiones sexuales. En este espacio hemos señalado la complicidad de algunas empresas televisivas y casas editoriales en la «información oficial», es decir en el manejo manipulado de la noticia, en favor del gobierno, tal y como siempre lo hicieron los gobiernos prianistas. Es decir, un cambio de la política de comunicación gubernamental, para que nada cambie. Gartopardismo oficial.
Aquí podemos localizar uno de los elementos del pacto que no se rompió: funcionarias mujeres, siempre dirigidas por el gran hombre de palacio, hicieron apología de todos los programas gubernamentales en los que se «apoya» a las mujeres. Las coberturas informativas dieron puntual cuenta de ello. El pacto es simple, el gran hombre decide, las mujeres siguen acatando.
El gabinete incluyente, como la paridad de género en la distribución de candidaturas, es una farsa, una máscara más del sistema político mexicano, que sigue siendo el mismo, ahora disfrazado de agente de cambio. La, también tristemente célebre, exhibición de subordinación de todas las mujeres incluidas en el gabinete «más incluyente de la historia», testimonia este pacto. Apenas sirvieron todas para alabar en coro a su mesías, masculino desde luego. Las candidaturas de mujeres que serán sacrificadas en entidades en las que las encuestas muestran que el partido en cuestión tiene pocas posibilidades de triunfo, evidencia esta mascarada. El triunfo electoral se reserva a los candidatos competitivos…
La preeminencia del hombre en el poder sigue siendo exactamente eso, y en este régimen se acentúa, con la omnipresencia del titular del ejecutivo, que, si bien no deja espacio para la decisión a ninguno de sus subordinados hombres, al menos les presta un poco de reflectores a su canciller, y, hasta antes de su pausa por covid, a su show man, subsecretario de salud. A las mujeres muy poco. Cuando Olga Sánchez Cordero entró de bateadora emergente a las mañaneras, el presidente aceleró su regreso del covid. Ni siquiera cumplió con los catorce días, antes de retornar al puesto de conductor estelar de su show matutino. Él si batea sobre .300, ella apenas y conecta un hit de vez en cuando. El pacto se cumple, se respeta. Las mujeres son comparsa, actrices de reparto que hacen lucir al actor protagónico, siempre masculino.
En un pacto como este es muy difícil imaginar que la demanda de las mujeres se cumpliera, es decir que la careta se rompiera. La candidatura de Félix Salgado Macedonio al gobierno de Guerrero, impuesta desde palacio contra viento femenino y marea feminista, es durísimo testimonio del pacto que no se rompió. La mascarada sigue adelante. Las mujeres se subordinan, el gran hombre manda. A ver que tanto se refleja en las urnas, en «las elecciones más grandes de la historia»…
Las opciones:
a) la falta de empatía presidencial hacia las mujeres le resta popularidad al presidente López Obrador. Esta si es una oposición real y militante a su proyecto.
b) Las mujeres, agraviadas, pueden llevar este sentimiento a las urnas. Habrá que ver, si las cifras de recuento de votos son transparentes, cómo votarán las mujeres en las próximas elecciones. Su legítima molestia se puede traducir en votos de castigo al régimen
c) La información oficial, camuflada como noticia en muchos medios, tendrá poco impacto en la población femenina. A pesar de los excesos en las protestas, la posición de la mayoría de las mujeres en México ya está prefigurada. Es significativo que no se publiquen encuestas recientes a este respecto…