Genio y Figura
¿Prudencia o egolatría?
Por fin el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, envió una misiva de felicitación al presidente electo de los Estados Unidos de América, Joe Biden.
Se tardó una barbaridad de tiempo, para tener, al final del día, el mismo resultado que hubiera tenido hace varias semanas. En otras palabras, el resultado de la elección en Estados Unidos no cambió en nada, ni se afectó en lo más mínimo porque López Obrador se resistiera, bajo el argumento de la prudencia, a reconocer a Biden como presidente electo. El único efecto que tuvo fue contabilizar al mandatario mexicano entre los tres jefes de Estado, pacientes, o francamente necios, que se resistieron a reconocer al presidente norteamericano.
El asunto, en sus aristas diplomáticas, ha sido suficientemente explorado en cientos de análisis y comentarios. Hace falta indagar en los motivos que llevaron a López Obrador a tan tardía resolución.
El primero de ellos, expresado por el propio presidente, fue esperar a los resultados oficiales, porque él ya conocía en carne propia lo que sucedía en procesos electorales cuestionados. Es decir, que López Obrador dio la razón a Trump y midió, con el rasero de su experiencia personal, y con el marco de referencia del sistema político mexicano al proceso electoral en Estados Unidos.
Muchas voces, en todo el planeta se alzaron en contra de los presidentes que tardaban en reconocer a Biden. Hasta las cercanas a Donald Trump, y sin embargo, López Obrador reaccionó como aquel apunte de Salinas: «ni los veo, ni los oigo». Hace falta una convicción muy férrea, o una egolatría inmensa para desafiar a las corrientes mayoritarias y mantener una postura, por inoperante que esta sea.
Tal vez el texto de la carta nos de pistas para averiguar cuál de las dos posiciones es la acertada: si usted tiene la curiosidad de leer el texto de la «felicitación», se encontrará con que ésta apenas y tiene dos párrafos de todo el mensaje. Durante casi el 70% de la redacción, el mandatario mexicano se dedica a hablar de sí mismo y a recordarle a Biden las ocasiones en que se han encontrado, los temas que a México le preocupan y la expectativa de reunirse en alguna ocasión a tratarlos. Es un mensaje más redactado en primera persona, que en segunda. Se dirige poco a quien, al menos por la cortesía retrasada, las normas de la diplomacia sugerirían que habría de recargarse el sentido del mensaje.
En términos menos diplomáticos y más rancheros, nuestro presidente enseñó el cobre, tanto en la terca negativa a reconocer a Biden, como finalmente sucedió, como en el texto de su misiva, que francamente tiene poco de felicitación al que, desde ya, dirige los destinos de la nación más poderosa del orbe…