Visión Financiera/Georgina Howard
Escepticismo
Parece increíble que después de cifras tan contundentes como más de 100 mil muertos y un millón de contagios, aún haya personas que desestimen la pandemia, duden de la existencia del covid 19, o francamente lo nieguen, como si no existiera.
Un estudio del Tec de Monterrey considera que este escepticismo tiene que ver con la poca cultura científica que tenemos los mexicanos, pero en realidad las raíces de tanta duda son mucho más profundas.
En México tenemos una desconfianza enorme hacia las cifras oficiales y hacia los comunicados gubernamentales. hay una larga tradición de más de un siglo dudando de la verdad oficial, desde tiempos de Díaz, pasando por los regímenes postrevolucionarios de caudillos militares, hasta los periodos de estabilidad política priista. La vedad oficial es lo más digno de descrédito en México. Y ahora, parece que el gobierno que proclama una transformación de la misma envergadura que la independencia, la reforma o la revolución, ha quedado a deber en credibilidad.
Una cantidad enorme de mitos urbanos rodean a las cifras oficiales sobre el covid, las versiones van desde la inflación desmesurada de casos y la invención exagerada de muertes, hasta lo contrario, el ocultamiento gubernamental de miles de casos, y de muertos consiguientes.
Hugo López-Gatell no pudo conseguir la credibilidad necesaria en el gobierno mexicano. Andrés Manuel López Obrador tampoco. Los desplantes contra el cubrebocas, el episodio lamentable del «detente», la asignación de la fuerza moral del presidente como antídoto antivirus rayaron en el surrealismo. Pero México es un país surrealista y con una profunda consciencia mágica.
Ignoro si el dióxido de cloro en realidad sea tóxico, como sugieren las opiniones médicas y científicas, o si sea una cura milagrosa del virus, al menos sus defensores, como un alcalde del norte del país, reconocen la existencia del covid 19. Pero, en nuestra mentalidad mucho más mágica que científica, las conspiraciones, los llamados al Apocalipsis o la identificación de Bill Gates con la marca de la bestia, parecen más creíbles que los voceros de compañías como Astra Zéneca o Pfizer.
En este mismo tenor, muchos mexicanos todavía asumen esta pandemia como la presencia de una conjura de dimensiones mundiales en la que las OMS, toda la industria farmacéutica, todos los medios de difusión del planeta entero y todos los líderes del orbe se ponen de acuerdo para encerrarnos y para destruir la economía y socavar las formas de convivencia humana presenciales, con miras a instaurar un gobierno totalitario, absolutista, controlador y devastador, de dimensiones planetarias. Este tipo de versiones goza de mayor confianza popular que las vespertinas de López-Gatell.
Otra posible explicación sería la cultura de la muerte, tan singular en México. Millones de compatriotas desafían todos los días a las fuentes de contagio, en los transportes públicos de todo el país, sin viajar a distancia, ya no digamos, sana, simplemente separados de otros cuerpos. Miles de fiesteros que departen en reuniones «como si nada» a lo largo y ancho del territorio nacional, sin cubrebocas, y tampoco conservando una distancia. Parece que estas medidas sólo se observan en hospitales, empresas o centros comerciales.
Solamente las redes sociales dan cuenta de testimonios de muchos otros compatriotas que se despiden de familiares o amigos, o dan testimonio de que la enfermedad si es real. Los medios, quizá otra institución que ha visto seriamente afectada su credibilidad, con descalificaciones o con críticas fundamentadas, han sido incapaces de brindar certidumbre a la sociedad, y en general, la duda ha sido el integrante central de la pandemia, mientras que las cifras, oficiales, inverosímiles, dudosas o poco creíbles siguen mostrando que el número de casos y de desafortunadas defunciones va en aumento…