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Descomplicado
Maradona, espejo social
¿Se puede escribir sobre Maradona en una columna política? ¿Se debe escribir sobre Maradona en una columna política? La respuesta es afirmativa en ambos casos. Y no para hacer apología de Diego en las canchas, o recordar los goles con la mano de dios, o con la poesía más excelsa en la conducción de balón en el mundial de México 86. Para ello sobran los comentarios en los espacios deportivos.
Diego fue un fenómeno, más allá de los increíbles méritos deportivos, de los simbólicos ejercicios de nacionalismo albiceleste, de los reflectores de los medios, o del precio de la fama. Fue un fenómeno de humanidad dentro de la élite del deporte. Quizá, al lado de Mohamed Alí, uno de los pocos dioses del olimpo deportivo que se atrevió a vivir esa, su humanidad descarnada, con la que evidenció los más oscuros vicios de los virtuosos sociales. De lo más excelso de la gloria, a lo más oscuro de la naturaleza humana. Maradona, empático, compartió lo mismo la mesa de aristócratas, que los boliches porteños con sus especímenes más representativos. Fue un tipo con el que se pudieron identificar millones, lo mismo los que lo idolatraron, que los que lo emularon en la caída. Maradona cielo e infierno, dentro de sí mismo. Maradona, héroe y villano social, uno de los pocos famosos que se atrevió a mostrar, merced a su autenticidad desnuda, un auténtico espejo de una sociedad hipócrita que ensalza la simulación y puede denostar la honestidad.
Los memes, graciosos, de Maradona y sus adicciones, solamente reflejan ese espejo que Diego mostró a una sociedad podrida, que se asombra de sí misma, cuando evade hacerse responsable de la caída de millones de Maradonas que caen por los sótanos de la vida sin esperanza alguna. Pero sin la entereza de Diego, sin la esperanza de resurrección que Maradona brindaba a cada desposeído. No sólo para reivindicar a una Argentina humillada por su propia dictadura, en una guerra inverosímil. Diego David enfrentando al Goliat, más allá de las canchas, retando a los gigantes del militarismo, del poder financiero, de la élite, hasta a Grondona y a la Conmebol. Maradona fue un revolucionario de la cancha, y fuera de ella un subversor del orden establecido: un adicto convertido en Dios, que provocó que un representante de Dios en la tierra abrazara, a escondidas la herética religión Maradoniana, desde la silla de San Pedro. Maradona lo trastocó todo. Hasta el futbol…
Hoy no hay más opciones que la de honrar su memoria.