
¡¡¡PLOP!!!
¿Conseguirá algo Frena?
Quienes supongan que el presidente López Obrador va a renunciar están completamente equivocados. Puede ser que Frena haya congregado a más de 100 mil personas en su marcha de este domingo en el zócalo. Pudiera ser que no hubiera habido acarreados, ni asistentes pagados. Puede ser que los fedatarios públicos que testimoniaron el número, sean profesionales, acaso neutrales, y quizá, en verdad, hayan contado a todos y cada uno de los asistentes a la marcha. En política real, el número es irrelevante, como lo es también la fe pública de los notarios. No porque una movilización masiva de cien mil personas sea una cifra digna de ignorarse, sino por el sentido de su protesta.
Frena, lo hemos dicho en entregas anteriores, es un movimiento nihilista, que solamente niega, pero no afirma. La meta de hacer renunciar a López Obrador es inoperante. Es completamente cierto que el presidente alardeó en una mañanera, que si se juntaban cien mil en su contra se iba a Palenque, sin esperar la revocación de mandato. Pero solamente los ingenuos pueden suponer que esa presunción sucedería. El poder se conserva por antonomasia, no se abandona, ni siquiera se comparte. El poderoso puede mentir, engañar, cambiar el discurso, deformar las ideas que antes defendió, hacerse omiso ante sus propias palabras o disponer la maquinaria de propaganda para negar la realidad. Pero no puede perder el poder. López Obrador no va a renunciar, y menos porque Frena se lo exija.
Para que sucediera el improbable escenario de que las movilizaciones provocaran esta renuncia presidencial en México, como ha ocurrido, por ejemplo, en Brasil, harían falta, además de cerca del millón de personas en la calle, que el movimiento en cuestión anulara algunas herramientas del poder real que dispone un dictador perfecto, es decir un presidente de México de acuerdo con la definición de nuestro sistema político, enunciada por Vargas Llosa. Y no tiene que ver con Andrés Manuel, o con Morena. El sistema presidencialista ha gestado a estos dictadores perfectos, del color político o del pelaje que hayan sido, y han usado ese poder hasta la ignominia. Ejemplos sobran.
En primera instancia, el presidente dispone del aparato ideológico: ya vemos como los chairos pagados, y los fanáticos espontáneos pretenden descalificar a Frena, enjuiciar a Gilberto Lozano, o de plano, insultar a los opositores a López Obrador. Es el primer paso, la maquinaria de descalificación, que al menos, va a reafirmar a los partidarios del presidente ante el duro embate que recibió este fin de semana.
El siguiente recurso es hostigar. Usar el aparato de inteligencia del Estado, aunque ya no exista el CISEN. Los líderes, los partidarios más desenfrenados, el propio Lozano y algunos periodistas, posiblemente también pagados o al menos fanatizados anti amlo, van a ser seriamente cuestionados. Saldrán a luz sus amores prohibidos, sus perversiones ocultas, sus deshonestidades empresariales o todo aquel material, si existiera, que los descalificara. Habrá que ver que tan curtidos están, los hoy desenfrenados, en las luchas de poder, esas que revientan las úlceras y hacer crujir los huesos. Y aunque el presidente diga que no es igual a los otros, pronto veremos alguna mañanera en la que se lance a la yugular de alguno de los dirigentes de Frena.
Desde luego, mucho antes de una renuncia, el dictador perfecto dispone del aparato represivo. Los seguidores de Lozana deberán medir muy bien su capacidad de martirio antes de considerar que con marchas el presidente va a ceder. Claro, López Obrador es un maestro en estas lides, como para caer a provocaciones, pero el dicho popular opera, cuando un “perdido va a todas”.
Pero aún, en el hipotético y casi utópico escenario en el que el presidente renunciara. ¿Qué va a lograr Frena? Aquí no opera el otro refrán: “muerto el perro se acabó la rabia”. López Obrador domina al congreso, y lo más probable es que lo siga dominando después de las elecciones intermedias. Si el presidente decidiera abdicar, en el periodo constitucional que abriera un interinato, es el Congreso de la Unión quien designaría a un nuevo mandatario. ¿A quién? Los frenistas en su desmedido anhelo de sacar de la presidencia a Andrés Manuel olvidan que la historia continúa y alguien debe dirigir los destinos de México. Y con toda seguridad el Congreso Morenista no designaría presidente e Gilberto Lozano.
Frena no propone, solamente anula. Ante este panorama algunas opciones:
a) Frena crece, canaliza la animadversión popular anti López Obrador. Le sirve a una oposición marchita, poco creativa y hasta omisa, a la que le “engorda el caldo” y la haría hasta competitiva en el proceso electoral que se avecina.
b) Frena avanza discretamente. Los mecanismos de presión y desclasificación del régimen operan. Es un globo de gas que se desinfla. El presidente consigue sacar la mayoría en el Congreso,
c) Frena decrece. El presidente consigue mayoría en el Congreso, apuntala su régimen y dispone, además de los métodos de control político contra este movimiento, de consenso mayoritario que desarticula el sentido de este grupo opositor.
Usted tiene la mejor opción…