Visión Financiera
Credibilidad
El ya famoso «quien es quien en las mentiras» del presidente de la república ha abierto un nuevo debate nacional, para variar, en algo que el ejecutivo federal ya tiene más que establecido, el marcar agenda.
López Obrador va mucho más allá con esta apuesta, se juega su resto, sobre todo en materia de credibilidad. Envalentonado por los triunfos electorales de Morena, el presidente decide jugar todas sus fichas de credibilidad y, definitivamente, apostar por descreditar por completo a sus opositores.
Esta actitud tiene sus raíces en la derrota electoral de Morena en la CDMX, ocasionada por la caída de la línea 12 del metro. López Obrador acusó a los medios de haber manipulado el desastre y, en consecuencia, limpió sus heridas, como es su costumbre, acusando al de enfrente, en lugar de mirar hacia el interior. Entonces saca a la luz el «mentirómetro», con el fin de desacreditar a aquellos que le critican.
La presentación en sociedad del recurso, en manos de Ana Elizabeth García Vilchis inició bien, desmitificando algunas fake news. Si el propósito fuera éste, López Obrador contribuiría a sanear el ambiente enrarecido de las «benditas redes sociales», en el que, el patrocinador más creativo, inunda con perversidad a los receptores de noticias falsas. Sin embargo, el presidente fue claro en el objetivo de su nuevo engendro: «la mentira EN LOS MEDIOS se convirtió en una constante». El blanco de sus ataques son los medios, no las redes.
La declaración: «nadie se tiene que sentir ofendido», se inserta dentro del mecanismo de defensa de la proyección. El presidente se siente ofendido por las críticas, y reacciona, exhibiendo a sus críticos como mentirosos, auto investido en juez de la mentira, por obra y gracia de su propio narcisismo, que asume tener la verdad absoluta. Así veremos que toda crítica se asimilará a la mentira, y que los fanáticos que siguen sus decretos como si fueran voces del cielo, encontrarán un nuevo adjetivo para descalificar a quienes se atrevan a pensar en una línea diferente de la de su líder: «mentirosos».
López Obrador se juega toda su baza de credibilidad. Me parece que mucho antes de tiempo…
Quedan varias opciones, más las que usted proponga:
a) La desesperación del presidente por obtener alabanza, sumisión absoluta, infalibilidad le ocasiona perder el piso y activar un mecanismo en el que todo depende de su propia credibilidad. Si esta se erosiona, el «mentirómetro» podría alcanzar proporciones de desastre para su administración.
b) Si López Obrador conserva su nivel de credibilidad, que sostiene al menos en la mitad del país, más uno, el mecanismo solamente servirá para inflamar a sus fanáticos, que agredirán, con otro elemento emocional, a los que no le son afines.
c) El «mentirómetro» apuesta a desatar la espiral del silencio. Si la mitad del país que no acuerda con el presidente se siente intimidada, por el efecto emocional de las agresiones de los fanáticos, quienes acusarán de mentirosos a los críticos, y en consecuencia baja la voz, la apuesta del presidente le encaminará a obtener su sueño de sumisión de medio país, y de doblegamiento de la otra mitad.
d) Si los hechos se encargan de desmentir al presidente, su estrategia de vendrá abajo, en añicos, y su régimen en consecuencia.
e) Si los críticos entran al territorio que ya marcó López Obrador en la agenda, y compiten por demostrar quién es más mentiroso, si el show man de la mañanera o sus críticos, entonces le darán posicionamiento al «metirómetro» y validez a la estrategia presidencial. Hablarán en la jerga presidencial. López Obrador lleva mano en el tema.
La moneda está en el aire y la apuesta, de todas las fichas presidenciales está, como todo en el país, en un 50% de posibilidades de éxito…