¡¡¡Plop!!!
GUADALAJARA, Jal., 5 de Septiembre de 2016.- Es casi un lugar común acudir verbalmente o por escrito a descalificar la actividad política de quienes de tiempo completo nos dedicamos a esta actividad. Baste de calificar un acto como producto de la «partidocracia» para considerarlo como producto fraudulento en perjuicio de las personas, por el contrario, baste bautizar a alguien de “independiente” o “ciudadano” y la persona o el partido así calificados serán la suma de bienes y bondades, casi con efectos curativos para personas y actividades. Sin embargo, la experiencia nos demuestra que ni todo producto de la política, particularmente la de partidos, es malo, ni todo lo “ciudadano” o “independiente” es por sí solo bueno.
Sobrados ejemplos tenemos en todos los partidos de personas que de buena fe acuden a realizar la actividad pública con sentido de bien de la comunidad. Sobrados ejemplos tenemos también de quienes vestidos del ropaje “ciudadano” han hecho de la política medio para satisfacer ambiciones de poder, de dinero o simplemente de reconocimiento sin contribución alguna al bien colectivo.
Cada vez me queda más claro que no es la dependencia o ubicación en un partido la que contamina la política, sino la finalidad con la que cada persona o institución actúa en la vida pública. El mundo de la ética es siempre el terreno de la elección práctica de medios en función de finalidades. Al final del camino la elección de fines y medios necesarios para alcanzarlos es lo que determina el comportamiento de las personas y de las instituciones.
Se puede actuar en política a partir de la federación de intereses relacionados con el poder público, las maneras de alcanzarlo y conservarlo por las ventajas que tiene el poder mismo, tal y como se organizó en Partido Nacional Revolucionario (PNR), el abuelo del PRI y, por cierto, también es el factor que aglutina todo tipo de personajes con todo tipo de trayectorias alrededor de Enrique Alfaro y sus pretensiones. En una organización de esta naturaleza se pueden alcanzar algunos bienes para la comunidad en la medida en que el esfuerzo colectivo de la organización incluya excepcionalmente a personas que de buena fe actúan en la política tratando de colaborar al crecimiento comunitario, o bien en la medida en que tales bienes, reales o aparentes, sirvan como elemento de propaganda o justificación para la adquisición del poder o su conservación.
Acudir a la política desde esta vía no deja de ser una desviación que aleja a las personas de bien de la actividad pública porque la desprestigia. Si toda la actividad se reduce al juego de los intereses no hay lugar para la colaboración desinteresada. Si todo es negocio o negociable no hay espacio (o es muy reducido) para la generosidad y el altruismo. Participar en política a través de partidos que meramente constituyen federaciones de intereses, deja espacios apenas marginales para los generadores de bienes públicos y para las personas que tienen la motivación de construirlos.
De otro lado, se puede acudir a la política con criterio de bien común, es decir, con claridad de saber que los intereses personales se deben organizar y jerarquizar teniendo a la vista que el interés común es superior al de cualquiera de las partes, pero que el interés del conjunto supone que a cada persona se le respete su dignidad, su inteligencia y su libertad porque la colectividad no puede prosperar si se niegan los derechos personales. En este esquema la tendencia es a gestionar mayores bienes con episodios de corrupción en la medida en que unos o muchos personajes olviden o perviertan los fines de la institución.
En el caso de Acción Nacional, partido que cumplirá 77 años de vida, hay claramente una opción de la generación fundadora por constituirse en partido ligado a la búsqueda del bien común sobre una base de respeto a la dignidad humana. Es evidente que el PAN, en la medida en que sigue una ruta distinta del catálogo de principios y valores que le anima, se percibe como incongruente e indigno de la confianza de los electores. En la medida en que se multiplican los casos de comportamiento de militantes, dirigentes y funcionarios que niegan con su conducta los valores de la institución el partido pierde credibilidad y genera desconfianza.
En ese sentido para Acción Nacional la ruta de recuperación en Jalisco pasa por retomar la articulación con los principios y valores que animan al PAN y con los cuales los ciudadanos nos llegaron a identificar. No tenemos otro camino sino recordar nuestros orígenes y ligarnos con toda la fidelidad que nos permita nuestro carácter de “pecadores estándar” como diría Efraín González Morfín.
El desprestigio de la política deriva de la perversión o el olvido de los fines y constituye un grave daño para la sociedad. Una política hecha por políticos agrupados en partidos que no son capaces de mirar por el bien de la comunidad, es decir, que no son paces de imprimirle una dimensión ética a la actividad pública, lastiman el prestigio de la democracia, son generadores de males comunes y hacen mirar a las personas hacia sistemas de gobierno peores. Son caldo de cultivo para demagogos, vendedores de recetas fáciles. “Política milagro” se podría denominar a la que construyen los peligrosos autoproclamados redentores de la patria, rayitos de esperanzas, encarnación unipersonal del sentir popular, representaciones únicas del ser ciudadano que nos corresponde a todos.
Hay que cuidar la democracia y cuidarla significa referirla al bien de la comunidad, subordinarla a una ética que identifique en la corrupción un cáncer e impulse su castigo y reconocer las propias limitaciones para entrar en dialogo con los demás a partir del reconocimiento de una realidad pluralista, entre otras cosas.
La tarea es de todos.
*Presidente del PAN Jalisco