Libros de ayer y hoy
¿No le parece, estimado lector, que, de unos años para acá, pareciera como que lo considerado malo, ahora hasta es “nice”, “fashion” o “cool”? No hace tanto, por ejemplo, que a una persona de preferencia sexual de su mismo sexo se le mirara con cierto recelo y, ahora hasta resulta simpático, interesante y pintoresco. O también, ciertas faltas o delitos que hace algunos años eran graves hoy gozan de total impunidad o de bastos atenuantes.
Lo mencionado anteriormente no es casual pues, hoy en día continúa una tergiversación de leyes, distorsión de la moral y juegos de lenguaje que intentan desviar la atención de lo malo, o de hacer pasar lo malo por bueno.
Una de las características de esta nueva forma de, llamémosle: “Manipulación Moral” es “la transformación del delito en derecho”; por ejemplo, el aborto es un crimen, un asesinato de un inocente y hoy se presenta como “derecho de la mujer”.
Otra particularidad es la “justificación del delito en nombre de la libertad”. Volviendo al aborto, ahora se argumenta que la mujer tiene derecho a elegir entre que nazca su hijo o no. De la misma manera, otra arista de esta manipulación moral es la “legitimación jurídica y legalización en leyes civiles de lo que otrora era una falta”. Ahora no hay castigo a los delitos, sino, autorización de los estados. Así es. Los otrora antros de mala muerte ahora son el punto de reunión de nuestros hijos. Los prostíbulos y cabaretes de nudistas, ya no están en zonas de tolerancia, sino hasta en las mejores colonias. El juego y la apuesta estaban condicionados, ahora hay casinos en cada esquina. Y ¿qué decir del delito de la usura? Las casas de empeño con contratos leoninos despojan a los necesitados de sus bienes por escasas ayudas económicas.
Que los “delitos sean realizados en nombre del progreso de la ciencia y la modernidad” es otra forma de manipulación ética, pues quien defiende la moral y las buenas costumbres hoy en día es un retrógrada, oscurantista y medieval. También se ha deformado y pervertido la medicina, pues la función del médico debe ser prevenir y curar la enfermedad y no destruir la vida con el aborto o mantenerla encarnizadamente cuando no es viable, ni tampoco enfrentarla contra lo que la naturaleza ha decidido, por ejemplo, el cambiarle de sexo a una persona o el hacerlo artificialmente más dotado para la atracción sexual con senos exagerados o, con el uso indiscriminado de sustancias prohibidas, desarrollar musculaturas de miedo.
También, el lenguaje se está deformando. Por ejemplo, para que no suene tan fea la palabra asesinato, al aborto ya no le llaman así, sino interrupción del embarazo; a las prostitutas, (perdón) “sexo servidoras”, a los afeminados “gays”, a la erradicación de los viejos, “eutanasia” y qué decir de los 120 millones de “güeyes” que pueblan nuestra atribulada nación.
Urge pues hacer algo al respeto. No entremos en esta dinámica de irnos acostumbrando a lo malo, a lo nocivo, a lo que atenta contra la moral y buenas costumbres. Cada uno, en su entorno de influencia, llame al pan, pan y, al vino, vino. Y si ve una injusticia, hágase oír. Volvamos a los valores. No permitamos que atenten con nuestra conciencia y voluntad. ¡No dejemos que manipulen nuestra moral!