Visión Financiera
Los trágicos hechos de hace ocho años de Iguala donde desaparecen 43 estudiantes de la escuela normal de Ayotzinapa actualizan una tragedia nacional de proporciones mayores: cien mil desaparecidos de acuerdo con el Registro Nacional de Personas Desaparecidas o No Localizadas. Debe destacarse que en este gobierno van 31 mil desaparecidos, casi una tercera parte del total desde que inició dicho Registro. Con Felipe Calderón los desaparecidos fueron 17 mil y con Peña Nieto la cifra se duplicó. La realidad es que en este gobierno hay un incremento importante, que niega cualquier idea de éxito o de logro en materia de seguridad. Inevitable trasladar a la cifra de homicidios dolosos una buena proporción de las personas desaparecidas. También es preciso reconocer que en este gobierno se ha dado la mejor atención al tema a través de la Comisión Nacional de Búsqueda, a cargo de Karla Quintana.
La desaparición es una de las formas más crueles de pérdida; hace que el dolor se prolongue, una humillación de todos los días, todo el tiempo sin ocasión a un adiós, así fuera alegoría. La esperanza se niega con el paso del tiempo y la irremediable conclusión sobre la fatalidad se impone. La certidumbre de la pérdida da para el consuelo y hacen posibles las exequias, manera espiritual, religiosa y moral para llegar a la reconciliación por la pérdida.
Es imaginable la tragedia que viven las familias de los desaparecidos. Una madre, un padre, un hermano o hija sin otra respuesta que la conjetura oficial. Nada alivia ni explica la indignación familiar y social. Mal de aquellos que medran con ese dolor o que buscan ganar ventaja, e igual de repudiable a quienes no alcanza la empatía para las víctimas y todo pasan por el tamiz de las cifras y de la normalidad.
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