¡¡¡Plop!!!
La primera crónica que escribí el primero enero de 2015, hará diez años, fue acerca de la novela Mis rincones oscuros del escritor estadounidense James Ellroy, quien llevó a cabo una exhaustiva y extenuante búsqueda del asesino de su madre. Así estuvimos por largas décadas los mexicanos, en la búsqueda de la claridad de una vida que nos pesaba en muchos sentidos a veces criminales y que hemos buscado en esa claridad, un cambio que esperamos que siga adelante en este 2025. Fueron muchos los rincones oscuros que se expresan aún en millones de pobres y en recovecos que descubrimos de pronto como es el problema del campo, los albazos de autónomos ante su desaparición, el aumento de la inseguridad antaño fincada y que la oposición atribuye a los últimos dos gobiernos como si la historia no tuviera fechas. Los rincones oscuros que no hemos podido resolver, queremos que no resulten como la lucha de largos años que dio Ellroy sin tener un resultado feliz. El autor nunca ha podido encontrar a la persona que mató a su madre, Quizá se esconde en esos también recovecos que los poderosos manejan para no dar nunca con la verdad.
LOS RINCONES OSCUROS DE ELLROY Y SU REALIDAD, QUE NO SEA NUESTRA
James Ellroy, dentro de la línea de la novela negra, tiende a los bestsellers, aunque no deja de ser un gran novelista. Para muestra están L.A. Confidential, La dalia negra, América, los dos primeros llevados al cine. En Mis rincones oscuros (Ediciones B. S. A. para el sello Zeta de Barcelona 2008), Ellroy que ha participado en la solución de crímenes reales, busca desesperado a la persona que mató a su madre, la bella pelirroja Jean Ellroy y de pronto descubre una fascinación edípica sobre ella, a la que creía despreciar. Cuando James queda huérfano, se precipitó en una devastación, y se vuelve drogadicto, ladrón de casas, hazmerreír en su colegio de ricos, un desenfrenado que duerme en la calle y finalmente carne de reformatorios. Lo que lo llevó a la literatura fue que dentro de esa vorágine, siempre se preocupó por comprar libros. O robarlos. La autobiografía novelada también nos mete en esa vorágine, pero de pronto como el autor sabe que no va a satisfacer del todo la curiosidad del lector, da un largo rodeo con centenares de personas investigadas. -junto con un detective retirado-, llamadas interminables, revisiones farragosas de documentos y un resultado que no consuela, pero que al menos lo reconcilia con la existencia. Y con el recuerdo, ahora más amoroso de su madre.