La consulta de la revocación vuelta ratificación de mandato está por superar su primer obstáculo: el 3 por ciento de firmas de adherentes. La farsa sigue, quienes apoyan el ejercicio y lo promueven son quienes quieren ver ratificado al presidente López Obrador en el cargo, innecesario toda vez que la consulta es para revocar no para ratificar. Desnaturalizar la revocación es peor que autoengaño, es una pérdida de energía y de recursos en un momento muy difícil para el país. 

La consulta se ha vuelto tema de discordia. Más allá del engaño está el calculado propósito para desgastar al INE, obligado a organizar una jornada de la complejidad y costo de una elección presidencial. Esta tarea no ha sido acompañada por la asignación de recursos necesarios, resultado de la decisión del partido oficial. El presidente y la Cámara han sometido al órgano electoral a un esfuerzo mayor de austeridad para fondear el proceso; son importantes los recursos obtenidos de esta forma, aunque insuficientes. 

El gobierno oficiosamente ha recomendado al INE replicar el mismo austericidio al que se ha sometido a la administración federal. Ciertamente, era necesario acabar con el dispendio y los abuso en el gasto corriente, que se desbordaron conforme se incrementaron los ingresos del petróleo en el gobierno de Vicente Fox. La corrección en el egreso es uno de los puntos más fuertes del proyecto en curso. Sin embargo, su politización la llevó por el camino de la irracionalidad. Ahora la administración pública es tan corrupta como ineficiente, además financiando proyectos de inversión absurdos y con un gasto social sin normas de control. 

El INE es una institución modelo. Costosa, sí, pero nunca con el dispendio de los gobiernos del pasado. El servicio civil de carrera es ejemplar. Los procedimientos del INE están regulados y supervisados. Las irregularidades en el INE son, en todo caso, excepcionales. El gobierno federal nada tiene que enseñar o presumir al INE que no sea repetir los errores en la administración pública.

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