Genio y Figura
¿Se puede enseñar un idioma sin hacer mención de la cultura dónde procede?
¿Saldrá el alumno que no se ha beneficiado de esta aportación, tan preparado como él que ha recibido este legado cultural?
A estas preguntas, vamos a tratar de contestar en adelante.
Para ilustrar mi propósito, voy a iniciar con una analogía: una clase de idiomas, sin la aportación de estos elementos que conforman la cultura, es como un esqueleto sin las demás partes del cuerpo (tejidos, músculos, sangre, etc.) o un platillo sin los ingredientes que le dan la sazón.
Como ejemplo muy elemental relacionado con mi país de origen -Francia- a un profesor de idioma francés, en las primeras lecciones, se le pregunta cuáles son los nombres más comunes en Francia; uno de los primeros que le viene a la mente es el de “François” (Francisco) o “Françoise” (Francisca), palabra muy ligada al latín “francus” (libre) o al alemán, “frei” (libre); lo que etimológicamente se traduce por “el hombre de Francia” o “ el hombre del país de los hombres libres”.
La palabra “voilà”, por ejemplo, es ilustración de un vocablo que ha pasado por ser multiusos, pero poco se ha dicho acerca de su origen real. La lingüista francesa Evelyne Opperman-Marsaux nos aclara sobre el significado de este término (voilà) y nos dice en la publicación No. 149 de la revista Langue Française de 2006 que es la yuxtaposición del verbo francés “voir” (ver) en su modo imperativo y de “ci” o “là” ( aquí o allá) resumido, significa “¡ve aquí, ve allá!.
Hablar del “croissant” (cuernito), como símbolo de la pastelería francesa, es mencionar una pieza de gastronomía con forma de media luna, cuyo origen se remonta hasta 1683, durante el asedio de la ciudad de Viena por parte de los turcos. Un panadero de nombre Adam Spiel, dio la alerta en el momento del ataque, lo que permitió rechazar al invasor. Para conmemorar esta victoria, los panaderos de dicha ciudad cocinaron cuernitos llamados Hörchen (croissant) como recuerdo del símbolo otomán que tiene una forma de media luna.
Los gestos y/o mímicas son parte de un idioma no hablado. ¿Cuántos saben que el número de besos que se dan en Francia, al saludar o al despedirse, puede variar desde dos hasta cuatro, en ciertas regiones del territorio galo? En el caso de Bretaña, que se ubica en la parte oeste del mencionado país, se dan cuatro ósculos.
La crepa ha sido siempre identificada como platillo típico de Francia, pero encontramos su origen preciso en Bretaña (¡otra vez!) en donde se llaman “Krampouez”. En la actualidad la crepa es un platillo consumido en todo el país con un sinnúmero de fantasías, en cuanto a ingredientes. En sus inicios, su forma rústica se limitaba a untarla de mantequilla, acaso se le añadía algún huevo estrellado.
El uso de “oui” (si) ha dejado siempre alguna confusión en la mente de nuestros estudiantes de habla española, ya que en francés la palabra “oui” sirve para contestar de manera afirmativa a una pregunta; mientras el uso del vocablo “si” sirve de refuerzo a una respuesta, cuya pregunta o enunciado suponía una contestación negativa:
Ejemplo: “ Tu n’es pas allé à l’école hier?” (¿No fuiste a la escuela ayer?).
“Si” (se sobre entiende “ya fui allá”).
Deducido de lo anterior, podemos afirmar que toda palabra tiene una historia; señalar estos hechos culturales en el salón de clase, sin perder de vista lo que es el objetivo primordial de ésta, transmitir un idioma y hacer que sus aprendices lo hagan suyo, es tener presente una visión sistémica de lo que es la unión del binomio cultura/idioma.