
Visión Financiera
Ante los azotes de la violencia en gran parte de México, el clero se ha visto en la necesidad de dialogar con el crimen organizado. Hay que recordar el caso de Guerrero en enero del año pasado cuando la violencia generada en el estado orilló a cuatro obispos a reunirse en Ciudad Altamirano.
Uno de los puntos que se trataron tenía que ver con la mediación de la Iglesia en la disputa que sostienen los grupos criminales. Su objetivo era hablar con los líderes delictivos de la Familia Michoacana y Los Tlacos para que ambos bandos establecieran una tregua en la región de Tierra Caliente.
En un principio pareció no tener éxito dicha tregua porque el 17 de febrero del 2024 se registró una confrontación armada entre miembros de Los Tlacos y la Familia Michoacana, en San Miguel Totolapan, que dejó al menos 12 muertos, pero seis días después, el sacerdote Filiberto Velázquez, director del Centro de Derechos Humanos Minerva Bello, anunció el acuerdo del desarme de ambos grupos, aunque se aclaró que la negociación fue entre los bandos, sucedió también gracias a la intervención del sacerdote Filiberto y los cuatro obispos de Guerrero, provenientes de Acapulco, Chilpancingo, Ciudad Altamirano y Tlapa de Comonfort.
Estos encuentros de sacerdotes con líderes de la delincuencia organizada generaron desde luego críticas y rechazo por una parte de la sociedad al no creer que esa fuera la mejor vía para lograr la paz en sus comunidades, en cambio el entonces presidente López Obrador dijo ver bien que los sacerdotes contribuyeran a la pacificación del país, sin que significara conceder impunidad y privilegios para cometer delitos. Por su parte la Conferencia del Epsicopado Mexicano consideró que “dialogar es tender puentes para preservar la vida y el bienestar de quienes se ven amenazados todos los días”.
Y sí, para las comunidades que todos los días viven con miedo y han sido desplazados, la mejor solución será la que les traiga paz, ante una ausencia de estado, son los religiosos los que se sientan a pactar.
Esta semana 40 curas y 30 laicos de Matamoros, Ciudad de México, Acapulco, Morelia y Guadalajara, participaron en el Taller para el fortalecimiento de capacidades de negociación en sacerdotes y agentes en la Universidad Pontifica de México para adiestrarlos y poder dialogar con miembros de grupos criminales.
Carlos Garfias Merlos, arzobispo de Morelia y principal impulsor de esta estrategia, dijo que el objetivo es acercarse a los integrantes del crimen organizado para construir la paz, y ayudar a que el delincuente se rehabilite, el objetivo es que la Iglesia colabore con las autoridades y con la sociedad civil.
Ponerse a dialogar con líderes criminales también pone en riesgo a los propios sacerdotes, quienes ya han sido víctimas de la delincuencia.
El 20 de junio de 2022, los sacerdotes jesuitas Javier Campos Morales y Joaquín César Mora Salazar fueron asesinados en Cerocahui, Chihuahua, junto a un guía de turistas.
Dos años después el 20 de octubre de 2024, el sacerdote tzotzil Marcelo Pérez fue asesinado en San Cristóbal de las Casas, Chiapas.
De acuerdo al Centro Católico Multimedial (CCM), desde 1990 a diciembre de 2024, alrededor de 80 sacerdotes fueron asesinados en territorio mexicano.
El Cardenal de Guadalajara, Francisco Robles Ortega, ha señalado que los párrocos perciben que no es el presidente municipal el que gobierna, es el jefe de la plaza es el que lleva el control de algo que correspondería a las autoridades.
Habrá que ver si este modelo de integración entre autoridades religiosas y grupos de la delincuencia logra contrarrestar la violencia que actualmente impera en México, ante una ausencia del estado, policías municipales infiltradas y donde los grupos criminales están más armados y tienen cada vez más presencia que las mismas autoridades, hay que entrenar a los sacerdotes.