Libros de ayer y hoy
-¡Ha matado a mucha gente, pero, no es malo, es simplemente, un enfermo!-
La frase anterior la podemos aplicar a cientos de personas que han cometido asesinatos. Generalmente, a estas lacras de la sociedad, se les tilda de “enfermos mentales”. Lo anterior es un eufemismo (palabra que sustituye a otra que suena muy fuerte) de asesino, rapaz, maldito.
-No, pero no hay maldad, mató a 20 pero, es por causa de una patología que soporta desde la niñez-. Esto denota que se ha perdido el significado del término maldad. Para muchos, lo bueno y lo malo han desaparecido. Se volvieron “super hombres” (más allá del bien y del mal como lo planteó, el filósofo alemán Nietzsche).
Respecto a las noticias de asesinatos múltiples, de “locos” que de repente tienen un cortocircuito cerebral y, en su electrocución mental, deciden ir a quitarle la vida a las personas, muchos periodistas o analistas, confunden maldad con enfermedad.
Cuando mucho, hablan de “crímenes de odio, una afrenta, un fuerte desprecio hacia algo”. Pero, hay que matizar que el odio no es siempre, malo. Alguien puede odiar el mal u odiar la injusticia, por lo tanto, eso está bien.
Sin embargo, la maldad es otra cosa. El diccionario nos dice que el mal es desgracia, calamidad, daño, sufrimiento. El mal es lo contrario al bien. Éste último, se define como lo que todos apetecemos, ergo, el mal, es lo que nadie apetece. Entonces, podemos decir, que nadie quiere que se cause daño en sus bienes, vidas o en sus seres queridos.
Pero, lo señalado es lo que el malo hace: causa desgracias, sufrimientos, carencias, dolores, muerte, etc. Por lo tanto, las acciones de una persona mala no se pueden paliar con adjetivos que denoten que está enfermo de su mente. Más bien, está enfermo de su voluntad que tiende al mal.
-Es que el mal no existe, pues se define como la ausencia de bien!- Sean peras o manzanas, los estragos de lo que llamamos mal o de las personas malas afectan mucho a quien sea dirigido el desprecio, el odio, la afrenta, la injuria, la violencia, etc.
Así que, digámosle “al pan, pan y al vino, vino”. No nos andemos por las ramas. La maldad debe ser castigada, la enfermedad debe ser curada. Y, no es lo mismo, castigar que curar.