Libros de ayer y hoy
Lugar común se ha vuelto señalar a Morena como sucesor del PRI a partir de sus prácticas poco avenidas a la democracia, y su pulsión hegemónica de avasallar al adversario con buenas y malas artes de la política. Se entiende que quienes resienten el avance de Morena recurran al pasado autoritario como origen, inspiración, vocación y destino del movimiento obradorista.
No son pocos los líderes de Morena, empezando por el propio presidente López Obrador, con pasado priísta. Tres de los cuatro candidatos a Gobernador ganadores de Morena pertenecieron al PRI. También es verdad que uno como otro son instrumentos del poder presidencial, tanto electoralmente como en el desempeño legislativo.
Sin embargo, hay diferencias. El PRI nace desde el poder y tiene en su origen representación regional, que se fue transformando en un aparato central y nacional, con raigambre local. Morena deviene de la oposición. Fue un movimiento para llevar a López Obrador al poder. Al igual que el PRI ha involucionado, pero no ha dado curso al proceso de institucionalización, a alianzas sociales orgánicas ni a los rituales políticos que prohijó el tricolor. Su eje es la retórica presidencial y el clientelismo de los programas locales.
La columna completa en Quadratín Yucatán