
A decir verdad
Las primeras imágenes del Papa que inundaron los medios de comunicación y las redes sociales, reflejan la figura de un hombre sereno, sencillo y sobrio. De una mirada tierna y a la vez aguda. Ayer un desconocido. Hoy, un famoso. Más bien, un misterio. Como misteriosos son los designios del Espíritu Santo.
Las primeras palabras de Robert Francis Prevost, hoy León XIV son de una claridad y transparencia meridianas: “¡La paz esté con todos ustedes! Hermanos y hermanas queridísimos, este es el primer saludo del Cristo Resucitado, el Buen Pastor que dio su vida por el rebaño de Dios. Yo también desearía que este saludo de paz entre en sus corazones, llegue a sus familias, a todas las personas, dondequiera que estén, a todos los pueblos, a toda la tierra. ¡La paz esté con ustedes!”. Sus palabras giraron en torno aDios que nos ama incondicionalmente. Rezó a María. Nombró a San Agustín y al Papa Francisco en dos ocasiones. Insistió en que hay que caminar juntos en una Iglesiamisionera y construir puentes con el diálogo. Habló del amor, caridad y corazón como sinónimos. Inició, continuó y terminó hablando de la paz. “Una paz desarmada y una paz desarmante, humilde y perseverante. Proviene de Dios.”Antes de la bendición al mundo, pronunció poco más de 500 palabras en italiano y algunas en español, ninguna en inglés.
De ascendencia franco italiana y española, es estadounidense y nacionalizado peruano. Nació un 14 de septiembre hace 69 años en el sur de Chicago. Fue monaguillo de la Iglesia de la Asunción desde muy pequeño y asistió al Instituto Mendel, la escuela donde Millie, su mamá, trabajaba como bibliotecaria. Es un académico proveniente de las ciencias duras, es un misionero y un pastor. Experto en derecho canónico en la cuna y el corazón del tomismo, el Angelicum en Roma. Pero también es matemático, filósofo y teólogo. Habla al menos tres lenguas. Al inicio fue profesor de física y matemáticas. Después, profesor del seminario y Superior de la Orden de los agustinos. Hasta hace unos días era miembro de diversos dicasterios u órganos de gobierno, de doctrina y de pastoral del Vaticano.
Su escudo episcopal tiene la flor de lis en fondo azul ymuestra su amor a la Madre de Dios. El escudo de San Agustín, el corazón de Jesús atravesado por una flecha,sobre un libro, con la inscripción en latín: “In illo uno unum”significa “En el único Cristo, somos uno”.
Eligió León XIV como nombre. A León XIII le debemos la vuelta al tomismo, así como la defensa de los trabajadores y la base de la doctrina social de la Iglesia, entre otras cosas. Prevost, como Bergoglio, caminaban por los barrios pobres de latinoamérica. A ellos no les podían contar acerca de la pobreza. Lo experimentaron. A lo largo de doce años, Robert Prevost, como Superior de la Orden de San Agustín, visitó cientos de pequeñas comunidades atendidas por agustinos en todo el mundo. Entre ellas en el Perú y en México. Animando a los agustinos a ser como el Buen Pastor: escuchando a las personas, empezando por las más humildes. Una por una. León XIV nos muestra que el centro de la Iglesia ya no es geográfico sino misionero. Su acento latinoamericano, su pasaporte norteamericano y su mente formada en Roma, lo convierten en figura bisagra entre mundos que con frecuencia se miran con recelo. Además, su espiritualidad agustiniana tatuada en su corazón le hará recordar que “en lo esencial, unidad; en lo dudoso, libertad; en todo, caridad”.
No todo será sencillo. La tentación de leer cada gesto con el prisma izquierda-derecha persiste. Pero el nuevo Papa demuestra que la verdadera novedad no siempre se traduce en rupturas estridentes: a veces consiste en profundizar lo ya iniciado, dotarlo de rostro humano y llevarlo “hasta las periferias donde el Evangelio todavía suena a idioma extranjero”, como dijo a un grupo de misioneros hace dos años.
Quienes anhelamos una Iglesia que sea la voz de los pobres y escuche en silencio a las víctimas, vemos en León XIV un pastor capaz de lo más difícil: descentrarse para recentrar a Cristo. De Chicago a Chiclayo y ahora a Roma, su historia recuerda que el Evangelio nos llama a las periferias y que ninguna tierra –ni la tecnológica ni la olvidada– está fuera del mapa de Dios. Si la Iglesia necesita recordar que la autoridad se ejerce lavando pies, el agustino que pidió al mundo “caminar juntos sin miedo” es el indicado.
No podemos dejar de lado la genuina alegría de los cardenales en los balcones laterales, ni la Plaza de San Pedro abarrotada de alegría y entusiasmo. Pero, si observamos con detenimiento las primeras imágenes de León XIV en el balcón de San Pedro, podremos descubrir la emoción contenida que brillaba en sus ojos enrojecidos y en los nudos que su garganta no podía disimular a pesar de su cálida y discreta sonrisa. Una emoción que traslucía, si, un poco de temor frente a la realidad que deberá enfrentar y el trabajo que le espera, pero también y muy especialmente, laconfianza absoluta de que Cristo está a su lado y de que el Espíritu Santo no se equivoca.
Dra. Luz María Álvarez Villalobos
Profesora del Departamento de Humanidades de la Universidad Panamericana.