¡¡¡PLOP!!!
NI IDEA
El partido de ultraderecha de Marine Le Pen en Francia tomó la delantera en la primera vuelta de las elecciones legislativas del domingo; desplazó a segunda posición a la coalición de izquierda, Nuevo Frente Popular (NFP) y dejó en tercer lugar al partido Alianza Ensamble, del presidente Macron.
Las proyecciones indican que, tras la segunda vuelta del próximo domingo, la ultraderecha tendrá más escaños en la Camara Baja de Francia, aunque no obtendrá la mayoría calificada.
Francia es otro ejemplo de cómo la ultraderecha ha avanzado entre los países que integran la Unión Europea, tendencia que no puede ignorarse, tampoco las consecuencias que puede tener en la toma de decisiones y agenda para los 27 países miembros.
El tema es más complejo, pero vale la pena preguntarnos: ¿por qué los jóvenes en europa están dándole votos a la ultraderecha, cuando en 2016 se registró un estallido del populismo?
Para estudiosos del tema como Roberto Foa, codirector del Centro para el Futuro de la Democracia de la Universidad de Cambridge, el fenómeno es global, por ejemplo: en Reino Unido, franjas de votantes de regiones desfavorecidas por la globalización, tuvieron la oportunidad de golpear al sistema y la aprovecharon votando por las izquierdas.
Ahora, según Foa, la apatía de jóvenes votantes se ha convertido en antipatía, por partidos que sienten que no les han cumplido.
Regresando al fenómeno encabezado por Marine Le Pen, por ejemplo, en las elecciones presidenciales del 2022, las propuestas de la política de ultraderecha parecían más emanadas de un partido de izquierda, como el hecho de que los jóvenes no paguen impuesto sobre la renta, en el caso de crear una empresa, quedarían exentos del impuesto de sociedades durante cinco años, el Estado completaría el salario de aquellos estudiantes que trabajen media jornada, el Estado también construiría 100 mil viviendas para estudiantes y podrían viajar gratis en tren. El resultado fue que casi uno de cada dos jóvenes de 25 a 34 años votó por ella, aunque perdió por un estrecho margen.
El sólido avance de la ultraderecha en Europa está a años luz de lo que se vislumbra en México, donde los partidos de oposición no han despertado del trance que les provocó la brutal derrota del 2 de junio pasado.
Los partidos que conformaron la Alianza Fuerza y Corazón por México aún siguen bajo el efecto del nocaut; sin embargo, el presidente del PAN, Marko Cortés, durante la primera sesión extraordinaria de Consejo Nacional del PAN, -después de las elecciones-, se atrevió a presumir que el PAN sigue siendo la primera fuerza de oposición de este país.
Menudo logro, nadie le recordó que, de 12 estados gobernados por el PAN en 2018, en las elecciones del 2 de junio perdió Yucatán y sólo conservó Guanajuato, más por mérito de ese bastión panista, que por el liderazgo de Cortés y actualmente gobierna 4 entidades, la cuna de la Independencia, Chihuahua, Querétaro y Aguascalientes.
La tendencia global demuestra que la ultraderecha avanza -por lo menos en Europa- y recupera posiciones, no significa que sea la respuesta a realidades como la de México, pero sí, que puede contribuir al equilibrio de poderes.
Lo cierto es que, en este momento, lo que se llama oposición en México, no tiene ni idea de cómo brindar una propuesta seria para afrontar la próxima batalla electoral en la presidencial del 2030, claro, con la aduana previa de las elecciones intermedias.