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¡¡¡PLOP!!!
Mateo. Tomemos partido
Dijo Elie Wiesel, sobreviviente del Holocausto y premio Nobel de la Paz (1986): “ante las atrocidades tenemos que tomar partido, el silencio estimula al verdugo”.
El caso de Mateo, un menor de 12 años, quien presuntamente sufrió abuso sexual y habría sido asesinado por un dentista, en el consultorio donde el menor ayudaba con algunas tareas de limpieza, en León, Guanajuato, causó dolor e indignación.
La historia llegó de forma rápida a medios de comunicación locales y nacionales. La movilización de la familia, la alerta AMBER, el apoyo de colectivos que impulsó su búsqueda y el trabajo de policías locales coadyuvaron para un desenlace en 72 horas. No fue el final feliz que se deseaba, de encontrarlo sano y a salvo.
La lamentable historia de Mateo, nos recuerda estadísticas brutales que ninguna madre o padre de familia debe ignorar.
En un reporte de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, OCDE y el Senado de la República, (2024), México se convirtió en el país con mayor incidencia de abuso sexual infantil, (entre los 38 países miembros), con más de 4.5 millones de menores afectados anualmente, de esa magnitud es el problema.
En datos de Reinserta, un organismo de apoyo a niñas, niños y adolescentes víctimas de abuso sexual: 74 de cada 100 abusos sexuales en menores de edad son cometidos por personas que están en su círculo cercano, principalmente familiares o, en casos como el de Mateo, su victimario fue una persona que -probablemente- se ganó la confianza de los padres y la familia.
A esa cruda realidad, se suma que, en México, la impunidad prevalece en los casos de abuso sexual infantil, en datos estadísticos: De cada mil casos, únicamente se denuncian cien y de esos cien, solo uno llega a presentarse ante un juez; sin embargo, tampoco es garantía de justicia.
Hay que recordar el caso de Victoria Figueroa, madre de una niña de cuatro años de edad que fue agredida sexualmente por su tío paterno (en el Estado de México), y el Juez Juan Manuel Alejandro Vitela, dejó en libertad al agresor debido a que la niña no pudo precisar el lugar ni la hora de la agresión.
En cientos o miles de familias, sólo es cuestión de hurgar un poco para develar historias de abuso sexual infantil, planteadas como un penoso y doloroso secreto familiar, revictimizando a quien padeció la agresión. Lo cierto es que está comprobado que la mayoría de las o los menores abusados sexualmente, no logran superar el trauma en su vida adulta.
Identificar conductas de riesgo de personas cercanas a los menores de edad en casa, pero, sobre todo, tomar acciones preventivas, puede ser la diferencia para fomentar el desarrollo de niñas, niños y adolescentes en entornos seguros y, como dijo Elie Wiesel: Ante las atrocidades tenemos que tomar partido.