¡¡¡Plop!!!
¿Cuáles son sus aficiones, estimado lector? Tal vez, leer, caminar, jugar ajedrez, o armar rompecabezas.
Todos tenemos aficiones. El problema es que muchas veces “no hay tiempo” de dedicarles algo. Y bien pueden irse los años y, hasta una vida, y nuestros hobbies o aficiones se pierden para siempre.
Así que, el refrán “no hay mal que por bien no venga” en esta cuarentena, adquiere más relevancia. En este confinamiento al que estamos la mayoría de nosotros, a fin de evitar que se expandan los contagiados por el coronavirus, podemos aprovechar el tiempo y retomar nuestras aficiones.
Por ejemplo, en mi caso, tenía -literal- años sin tocar la guitarra. Pues, ¿qué creen? Esta cuarentena desempolvé la caja acústica encordada y, de suaves curvas, y, a tocar. Los dedos engarrotados. Las manos torpes, pero ahí iban algunos acordes mal pisados. No obstante, se alcanzaban a elevar algunas armonías que se entrelazaban placenteramente con la calma del momento.
Incluso, aprovechando la tecnología, hoy se puede acceder a prácticamente toda la música compuesta en el mundo. Así que, gugleé (así se dice ya para buscar en Internet) la canción que siempre quise tocar y que nunca lo había hecho, o porque, nunca apareció en la revista semanal que imprimía letras y acordes de guitarra o, porque, hace 30 años no me llamaba mucho la atención.
Y con algunos errores, salió la pieza. Claro, la voz ya no era la misma. “Yo tenía un chorro de voz”…ahora ya casi ni puedo hablar con vos.
También, he aprovechado el impuesto confinamiento para retomar otra afición, un tanto descuidada, la lectura.
Actividad que fue arrebatada por dos situaciones:
1. Mi interés en mudar el libro físico al libro electrónico. Nunca lo logré cabalmente. A veces, la emoción de la lectura era interferida por la aprehensión del inminente descenso de la batería. O, porque no es lo mismo, vaya, no se siente igual ir avanzando páginas a qué aparezca la siguiente del etéreo mundo digital. Vamos, no se siente que se progresa en la lectura.
2. Y el estorbo principal, es el smartphone (teléfono inteligente), nombre bien puesto, pues, es más inteligente que uno. Ya que termina por dominarnos. Nos hace adictos. Estamos todo el día con el aparatito en la mano.
Así que, la otrora lectura culta, el clásico, el libro filosófico, incluso, el libro de motivación, fueron desechados por la rápida noticia, por el meme indecente o sonso, por la foto de la actriz impúdica, por el voyeur en que uno se convierte.
Y vino la cuarentena. Empezó a “haber tiempo”. ¿Qué hago? Estoy aburrido, me enfado. ¡Pues, a retomar los hobbies o aficiones que, la vorágine del día a día, nos arrebató impunemente!