¡¡¡Plop!!!/Salvador Echeagaray
No hay un Presidente al que la realidad no sorprendiera. Los filtros en su entorno no siempre son funcionales a la verdad y sí al juego de poder que minimiza lo negativo y sobrevalora lo positivo. Quizás la diferencia fue Ernesto Zedillo, cuya formación de economista le permitía interpretar las cifras sin mediación y entender con apego a la verdad que ocurría. Para él hasta las buenas noticias eran malas, por su inclinación a tomar con reserva la información, sobre todo su interpretación optimista. Si se descarta el primer año de su desempeño, problema heredado, ha sido la gestión más exitosa en un tema fundamental para el país: el crecimiento económico, además de la única sucesión presidencial al margen de crisis o polémica.
López Obrador tiene sensibilidad singular para la política, particularmente la electoral. Su formación y su persistencia le llevaron de Macuspana a Palacio Nacional. Le tomó tiempo, pero llegó. Quizás el mejor candidato, sin dejar atrás a Vicente Fox. Sin embargo, el tabasqueño no ha sido un buen Presidente. Su falta de formación y malicia para advertir el engaño del que es objeto por sus interlocutores, además de sus ideas fijas, ingenuidad e infantilismo, le han dañado gravemente.
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