Otra clase de personas, parecida en corrupción y abuso a la clase política mexicana, es la clase mecánica. Sí, nos referimos a esos señores que arreglan autos y que te cobran las perlas de la virgen, y que, además,  sigue fallando después del pago.

Claro, la nueva falla nada tiene que ver con la compostura. O si andaba mal por algo y, después se te cobró y continúa el problema, ya es “por otra cosa que no se tocó”.

-Eso es aparte-, sentencian categóricamente.

-Bueno, pero, ¿por qué no lo arregló o lo dijo?-

-¡Ah, es que no quedamos en eso. Yo le arreglé ésto. Si le arreglamos lo otro, sale en tanto!-

El caso es que uno o sigue votando por él, perdón sigue confiando, y le vuelve a dejar el auto para así, revivir la esperanza de que algún día milagroso va a funcionar. Pero no, ese día no llega, se pospone ad infinitum.

La otra opción que uno tiene es ir a buscar otro político más corrupto, perdón, otro mecánico más ladrón, a ver si toca que se porte decentemente.

Hace poco saqué mi auto del taller. Duró un año y  dos meses bajo el rayo del sol. Obvio que la pintura se le dañó, pero, bueno, se tolera. Se le hizo “reparación total de motor, embrague y marcha”. Para no cansarlo, estimado lector, el gusto por traer mi cochecito andando no me duró tres semanas. Empezó a perder fuerza, a temblar el motor, a batallar para encender, además de jalonearse y apagarse en pleno tránsito, en hora pico (sus favoritas). Con el consiguiente estrés y desgaste, no solo del auto, sino de mi persona.

Vuelvo con el mecánico, lo revisa.

–Ah, están sucios dos inyectores. Hay que mandarlos lavar, más la mano de obra, sería, tanto-.

Bueno, pero si tuviste más de un año el auto, y reparaste el motor, ¿no se te ocurrió lavar inyectores?-

No, “una cosa es una cosa y, otra cosa, es otra cosa”, contesta el filósofo del motor inmóvil-.

-Ya no entendí, pero bueno, te lo dejo. ¿Cuándo vengo?-

-Dentro de dos días-.

-Un favor, dame un “raite” a mi trabajo, aquí no más pasando la subidita.

-No ahorita no puedo. Vengo de hacer un servicio y tengo pendientillos-.

-Está bien, nos vemos-.

Voy caminando a sintiéndome burlado  y humillado. Me regreso.

-Dame las llaves, ya perdí la confianza. Más de un año para repararle el motor y no me dura un mes-.

-Como gustes-.

-(Cínico-).

Y después llego con otro, un disque ingeniero automotriz de apellido medio oriental.

-El lavado de inyectores le sale en 380 pesos, pero aquí, con líquido; no en laboratorio-.

-Pero, ¿si es seguro que sean los inyectores?-

-Déjeme revisarlo. Llámeme a las cinco-.

Regreso por él.

-No son los inyectores. Están mal dos cilindros. Le hicimos pruebas. Solo faltó una, ver por dónde escapa la presión de aire-.

-Ok, y ¿cuánto sería por las pruebas?-.

-800 pesos-.

¿¡Qué!? Por decirme qué tiene, 800 pesos? ¡No! Disculpe, no puedo pagar eso, así démelo-.

-Con lo que ya revisamos, serían 380 pesos-.

-No los traigo, no-.

-Pero dijo que sí-.

-Sí traía 380, cuando pregunté por la limpieza de inyectores, pero como solo lo iba a revisar, la verdad no pensé que me fuera a cobrar tanto por decirme el problema y le acabo de dar 75 pesos a mi hija.

-Así que, le di 300 pesos y le dejé el reloj a cuenta-.

Después, fui al empeño, y luego pasé a ponerle gasolina. El despachador me preguntó:

-¿Por qué viene traqueteando su carro?-.

-No sé. Revísalo, por favor-.

-A mire, creo que tiembla, porque le faltan dos litros de aceite-.

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Esposa: -Parece que tu carro es del Vaticano y acaba de elegir Papa-.

Esposo: -¿por qué lo dices?-

Esposa: -Ahorita que llegaste, vi que por el escape le salía «humo blanco»-.