César Huerta/Balón en la Red

El pragmatismo dirá: bien hecho. El romanticismo dirá: mal hecho. Amaury Vergara había hecho todo correcto. Su “debut” como presidente de Chivas fue el despido de José Luis Higuera, el “villano” favorito de los aficionados que le culpaban por desmantelar al plantel que ganó cinco títulos. De ahí en adelante, cada acción resultó aplaudida… hasta hoy. Aun comprendiendo la difícil situación económica, para muchos no es sencillo entender la primera determinación impopular de la actual administración.

El dato es duro: siete de los nueve partidos como local en el próximo torneo de la Liga MX, el que marca el regreso del futbol en medio de la pandemia, se transmitirán por televisión restringida y sólo dos pasarán por televisión abierta. El Guadalajara será privilegio de algunos. Es club más querido del balompié mexicano y por eso la decisión es un fuerte golpe a un gran sector de la nación rojiblanca.

El pragmático dirá: bien hecho. El futbol es una industria. Principio y fin de toda discusión. Es verdad. Lamentable para muchos, pero es real. Y como cualquier otro negocio en esta época, está severamente afectado por una pandemia que jamás había vivido el mundo contemporáneo. Necesita recuperarse cuando antes. De alguna forma, puede ser comprensible.

Desde esa perspectiva de preferir lo práctico en busca del objetivo sin correr riesgos irracionales, se puede encontrar explicación: un buen contrato televisivo, aunque incluya la señal restringida del 77.7 por ciento de los partidos en casa, es capaz de garantizar parte del éxito financiero que el club necesita en un torneo donde no tendrá ingresos, por ejemplo, como el de la taquilla. Una cosa para compensar la otra, tal vez. Asegurar el dinero que esta crisis requiere. Y ahí cerrarán su caso los defensores de esta corriente. Pero no es la única forma de pensar…

El romántico dirá: mal hecho. El balompié puede ser un negocio, pero no puede olvidar que también carga con una enorme responsabilidad social. En este país, no existe más deporte más visto, consumido y amado que el futbol. Justo en medio de la pandemia, es uno de los pocos distractores que puede hacer a millones de personas olvidar, aunque sea por 90 minutos, lo mal que la está pasando nuestra sociedad.

Y hoy, el producto (hablando en términos de industria) que más consumidores tiene, no podrá llegar en señal abierta a los aficionados. Sin acceso al estadio y sin televisión. Claro que el equipos será visto por muchos. Por supuesto que habrá quien pague lo necesario para seguir cada encuentro de local. Pero otros no tendrán la misma fortuna. Los rojiblancos que han perdido el empleo en la pandemia o han visto reducido su salario quizá no tendrán esa posibilidad.

Chivas, más que ningún otro club del país, tiene un altísimo compromiso social. No es solamente un equipo de futbol. Es parte de la vida de millones de personas. Es capaz de generar sentimientos positivos en medio de esta crisis. Y si hay alguien que entiende todo esto a la perfección es precisamente Amaury Vergara. En muchas ocasiones ha hecho elocuentes discursos sobre el tema. Sabe que el Guadalajara existe por y para 40 millones de aficionados.

El pragmático dirá: ya dejen de quejarse, quien realmente quiera ver al equipo, encontrará la forma de hacerlo. El romántico dirá: qué gran detalle habría sido que los chivahermanos que han perdido su trabajo en la pandemia hubieran tenido el distractor de 90 minutos de forma gratuita. Son distintas formas de ver un mismo acto.

Es fácil entender que la industria del futbol necesita reactivarse y requiere, hoy más que nunca, de todos los ingresos posibles. Al final, el pragmatismo es cada vez más fuerte en este deporte porque cuando los resultados se obtienen, nadie puede cuestionarlos. Pero para el romanticismo esto quedará como algo difícil de comprender, porque en plena crisis de la pandemia, sin acceso a las gradas, cuando más deseo tenía la afición de ver a sus Chivas, muchos simplemente no podrán hacerlo.

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