A decir verdad
Hagamos un experimento. Imagine este país en un par de universos paralelos, con similares condiciones. En los dos se vive una pandemia y el futbol está a punto de regresar en un certamen llamado Copa por México. En estas dos realidades alternas, el torneo amistoso está invadido por un mismo factor: miedo. La única diferencia es que en uno de los mundos, ese temor es la mayor virtud y en el otro es el mayor defecto.
Para continuar con esta dinámica, muy al estilo de Dark, vayamos por algo más complicado. Intente unir los dos universos paralelos y crear en su mente uno solo. Al principio no será difícil, pues todo es igual: la pandemia sigue ahí, el torneo se llama de la misma forma y está invadido por esa inamovible atmósfera de temor. Pero esta vez ese miedo es virtud y es defecto, en idénticas proporciones. ¿Es eso posible? Por más paradójico que parezca, lo es.
¿Cómo el miedo puede ser bueno y malo al mismo tiempo? Me explico. El torneo por sí mismo tiene algunas cualidades que tienen que ver un poco con la preparación deportiva y mucho con la reactivación económica de la industria. Muchos de los involucrados en el flujo de dinero dentro y alrededor del futbol están ávidos, por no decir urgidos, de que la pelota vuelva a rodar en estadios vacíos, pero con millones de telespectadores.
Ahora mismo, otra parte de los involucrados, los que estarán directamente sobre la cancha, han señalado al miedo como el mayor de los defectos en la planeación de esta Copa por México. El futbolista de Chivas, Uriel Antuna, reconocía apenas la semana pasada que le daba temor esta serie de partidos, por la posibilidad de contagiarse de Covid 19. Su argumento es que se topará con gente que no sabe si se está cuidando o no. Y tiene razón.
El guardameta Alfredo Talavera fue más allá. Se armó de valor y no le tembló la voz para calificar como un “error” el programar dicho torneo amistoso en esta etapa de la pandemia, cuando el número de contagiados y fallecidos no parece tener fecha establecida para comenzar a disminuir. La postura se entiende y es absolutamente respetable.
No necesariamente el miedo de un futbolista es por sí mismo. Hasta el momento, todos los casos conocidos de jugadores en México que han contraído el virus son asintomáticos. Su salud goza los privilegios de una vida físicamente activa. Quizá el temor sea por padres, abuelos, hijos, hermanos enfermos, a quienes podrían llevarle la enfermedad sin siquiera saberlo. El temor en este caso es entendible y se manifiesta como un defecto del torneo.
Pero también es una maravillosa virtud. ¿Cómo? Es simple. Se ha dicho infinidad de ocasiones: el futbolista debe ser un ejemplo para la sociedad. Y la frase no tiene que ver sólo con el hecho de que el jugador tenga una vida libre de escándalos fuera del campo para convertirse en un objeto aspiracional en la mente de los niños que le admiran. El compromiso de este deporte va mucho más allá.
En ese contexto, el futbol tiene hoy enfrente un miedo que puede convertir en un tremendo ejemplo. Primero, porque como miembros de la sociedad, los jugadores viven la desgracia de todos: no poder hacer una vida “normal”. Pero eventualmente el temor al contagio se debe superar. Vencerlo no implica ser irresponsables y salir a la calle por pretextos tan absurdos como una borrachera. Vencerlo significa saber que cuando necesitemos salir, podremos hacerlo si nos cuidamos como es debido.
Hoy, este deporte tiene la oportunidad, durante la Copa por México, de demostrar que el miedo del regreso gradual a la vida como la conocemos se puede superar. Porque si las medidas sanitarias son adecuadas, ningún futbolista enfermará. Si las precauciones son suficientes, el Covid 19, ese que es capaz de generar una atmósfera de temor, no se esparcirá durante el torneo que disputarán ocho equipos.
Y si se logra llegar al último día con cero contagios, poco importará quién gane. La preparación y la reactivación de la industria pasarán a segundo término. Lo realmente trascendente será el ejemplo que el futbol habrá dado a la sociedad. Porque entonces, podremos celebrar que en este mundo, producto de aquellas realidades alternas que imaginamos al principio, existió un torneo donde el miedo fue defecto y fue virtud para enseñarnos que el temor a volver tarde o temprano lo superaremos.
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