Descomplicado
“Como lo anticipé”. “Se confirma lo que ya le habíamos dicho”. “Como lo adelantamos”. “Aquí lo leyó primero”… el periodismo deportivo moderno parece harto del histórico y humilde papel de intermediario entre la información y quien está interesado en conocerla. Hoy, desea protagonismo. Vaya, más que desearlo, lo exige. Lo arrebata si es necesario.
Poco importa, en la actualidad de esta profesión, la precisión quirúrgica de la que hablaba Ryszard Kapuscinski, el estricto rigor periodístico o el correcto proceder de investigar y, sobre todo, confirmar una noticia antes de publicarla. Parece que hoy lo único importante es el egocéntrico placer de decir: “Como lo anticipé”.
Claro que para ello, muchas veces será necesario caer en la mentira, la suposición o hasta la adivinanza. El ejemplo más claro de este mal que aqueja al periodismo deportivo moderno se ve justo en la época de transferencias. Cuando los escrúpulos son escasos, no es raro ver que alguien lance 10 nombres al aire de “posibles refuerzos” que casi siempre están “a minutos de ser confirmados”.
De ellos, nueve tal vez resulten falsos y de esos nadie se acordará, porque las mentiras son “huérfanas”. Ninguno de sus “padres” se hará responsable. Nadie dirá “yo me equivoqué: ofrezco, desde lo más profundo de mi corazón, una sincera disculpa para todos los aficionados que, motivados por mi inexacta información, se ilusionaron con la llegada de fulano a su equipo”… No, en esos nueve casos, el silencio será rey.
Ah, pero donde uno de esos pegue, entonces sí el periodismo deportivo tomará el protagonismo que ahora cree que le pertenece. Se pelearán unos con otros por ser el “padre” de esa que sí fue una noticia cierta. Y vendrán esas tres palabras que erigen al periodista, o al menos eso cree en su mente, en el foco de atención de la información: “Como lo anticipé”.
¿En qué momento se perdió la vocación de limitarse a informar? ¿Cuándo dejó de ser suficiente el humilde papel de intermediario? ¿Por qué el ego ahora demanda un reconocimiento que antes no era vital? Es muy sencillo de entender: se llaman medios de comunicación. Simple. Son intermediarios. Ahora bien, ¿por eso no debería ser reconocida su labor?
Todo lo contrario. Claro que se tendría que reconocer. El periodismo (incluyendo el deportivo) tiene un papel social que es digno de una palmada en la espalda de vez en vez. El problema es cuando la palmada se la da uno mismo. Pierde valor si es uno mismo el que dice “mírenme, mírenme, qué bueno soy”, ¿no? Es mejor si son otros quienes lo opinan.
El reconocimiento al papel de intermediario tendría que venir de cualquiera de los dos extremos del canal de comunicación. Del consumidor, al darse cuenta que equis medio fue quien efectivamente reveló tal o cual noticia primero. O del origen de dicha información, al decir algo como “de dónde logró investigar esto que no queríamos que se supiera”, porque nada solía ser más triunfo para un periodista, hace años, que una fuente molesta por revelar una verdad que mantenían oculta.
Ahora, que no se entienda esto de forma incorrecta. ¿Está mal anticipar una noticia? Claro que no. La competencia es vital para el periodismo. Y averiguar algo antes que otros es una victoria. Lo que no es correcto es lanzar nombres por lanzar. Adivinar, suponer o hasta inventar con tal de ganar notoriedad. Llamar la atención no puede ser más importante que informar correctamente.
Porque al final, el periodista tendría que ser eso: alguien con una profunda vocación de informar bien. Saber lo que otros no, comprobarlo y darlo a conocer de forma correcta. Pero hoy, parece que un sector del periodismo deportivo moderno se hartó de ese humilde papel. Hoy el protagonismo se exige y se arrebata si es necesario. Por eso, por cada nueve mentiras “huérfanas”, habrá una verdad cuya paternidad se pelearán muchos con esas tres palabras: “Como lo anticipé”.
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